Julio César Hernández
El pasado 14 de abril el presidente de la Coparmex, Oscar Benavides, hizo la primera fuerte y severa crítica que alguien le haya hecho a la deuda que por 6 mil 600 millones de pesos el gobernador Emilio González Márquez le pide al Congreso del Estado que le autorice.
Benavides la calificó de “peligrosísima” y “sospechosa”, y sin duda alguna denunció que parte del endeudamiento podría ir a “gastos de campaña”.
En aquella ocasión el Ejecutivo guardó silencio.
Oscar Benavides reiteró nuevamente aquellos señalamientos en contra del endeudamiento y ahora sí el propio González Márquez salió a responderle, generalizando que la oposición de los empresarios al mismo no es otra cosa que una “visión de ricos” que se oponen a que haya inversión en obras sociales. Y alzó la voz.
Dijo que los empresarios no se atienden en los hospitales civiles, tienen agua hasta para su alberca, mandan a sus hijos a estudiar al extranjero porque no les interesa la Universidad de Guadalajara… “Ellos nacieron ricos”, subrayó.
Con el despilfarro que González Márquez hizo en los primeros años de su gobierno, ahora simplemente cosecha lo que sembró. Hay razones, pues, para dudar el buen gasto de una enorme deuda que no ha generado confianza en la sociedad.
Pero lo más lamentable de esto es que el titular del Ejecutivo recurra -como es común en todas las esferas del gobierno frente a sus críticos-, a la descalificación del empresariado y no a la defensa de su crédito con argumentos y con elementos sólidos que borren la desconfianza no sólo de la IP sino de la sociedad en general, de que dichos recursos no se desviarán al “cochinito” del 2012.
La descalificación desde el gobierno ha sido la herramienta para enfrentar a sus críticos. Por eso sigue sin tener el apoyo de sus gobernados para la adquisición de una deuda de esta magnitud.
Y por eso seguirá sin tenerlo.