Previo a la jornada electoral del domingo 7, sólo un temor existía al interior del Partido Revolucionario Institucional en Guadalajara: que un alto porcentaje de tapatíos saliera a votar, que el índice de participación ciudadana superara el 50%. Si eso sucede, advertían, entonces el triunfo se ve lejano.
En cambio, en  la casa de enfrente -en la del Partido Movimiento Ciudadano-, el temor era que la participación ciudadana fuera baja, que no superara el 50%. Si eso sucede, advertían, entonces el triunfo se ve lejano.
Ambos tenían razón en función de lo sucedido en elecciones anteriores, pues para nadie es desconocido que, salvo excepciones, en comicios intermedios el interés de los ciudadanos por participar, por acudir a las urnas es muy bajo. Y los dos partidos tomaron entonces “cartas en el asunto”.
Echaron a andar su respectiva estrategia para enfrentar ambos escenarios, pero con una diferencia: el PRI la organizó al más viejo estilo propio: el “acarreo”, la movilización de la estructura. El Partido Movimiento Ciudadano recurrió al “convencimiento”, con o sin dinero de por medio, como se les ha acusado sin prueba alguna.
Y todo parece indicar que mientras el PRI operó el “acarreo”, el PMC ejecutó el “convencimiento”… a los “acarreados”.
¿O qué explicación encontramos al hecho de que en Guadalajara se haya registrado una participación ciudadana del 46% -baja para el PMC y aceptable para el PRI-, y pese a ello Enrique Alfaro Ramírez ganó con alrededor del 52% contra el aproximadamente 28% de Ricardo Villanueva Lomelí? ¿O vamos a creer que el PRI no movilizó a su base o estructura si de ello dependía su triunfo ante una baja participación ciudadana y que la mayoría de los votantes fueron ciudadanos “libres” que acudieron por su voluntad, por el simple hecho de que el candidato se apellidaba Alfaro?
Vamos: Ante una baja participación ciudadana en las urnas, el PRI aseguraba su triunfo, aun con una mínima diferencia, gracias a la movilización de sus bases y estructura que de acuerdo a sus cuentas les daba para ganar. Ante este escenario, se aseguraba que PMC no tenía una estructura qué movilizar, de manera que aun y con un bajo índice de votantes no tenía garantizado el triunfo. En síntesis: la estructura del PRI y su capacidad de movilización serían determinantes para obtener el triunfo, aún con dos o tres puntos de diferencia.
Sin embargo, el amplio triunfo de Enrique Alfaro no puede explicarse de otra manera que no sea que las estructuras o bases que movilizó el PRI terminaron por votar a su favor y le llevaron a obtener esa diferencia de alrededor de 24 puntos porcentuales. Si, quizás pese a la movilización priista el ex munícipe de Tlajomulco pudo haber ganado, pero no con esa diferencia. Porque además, de acuerdo a las cuentas de los priistas, con la movilización de estructuras la votación para Villanueva se auguraba muy por arriba de la alcanzada.
Hay quienes argumentan que si en 2012 Alfaro ganó Guadalajara como candidato a la gubernatura, era lógico que en 2015 refrendara ese triunfo. Puede ser, sólo que hace tres años el índice de votación en Guadalajara fue mayor al del domingo pasado, y en aquel año Alfaro obtuvo 361 mil votos mientras que ahora se redujo a 298 mil: 63 mil mil sufragios menos.
Insisto en las cuentas que no sólo hacía el PRI sino también sus adversarios PAN, PRD y PMC: baja participación ciudadana más una efectiva movilización de la estructura priista, igual al triunfo, aunque apretado, de Villanueva Lomelí. Los tres partidos aceptaban que el triunfo alfarista era seguro con una alta asistencia de ciudadanos a las urnas, aun y con la movilización priista. Pero no se dio. Y sí en cambio el primer escenario: baja participación más movilización priista, pero… perdió Villanueva y ganó Alfaro con una ventaja inimaginable.
¿Qué sucedió? Yo sólo encuentro una explicación: La estructura roja (priista) salió con su… domingo 7, y se convirtió en “naranja” (pemecista) en la mampara y frente a las tres boletas. ¿Quién pudo operar esto? Simplemente recordemos que en PMC existen muy buenos operadores ex priistas, verdaderas “chuchas cuereras”.
Y la misma operación tuvo éxito en Zapopan y Tlaquepaque. ¿A poco no?