Julio César Hernández
Si bien no dudamos que Francisco Morales Aceves cubre el perfil requerido para ser el nuevo titular de la Contraloría del Ayuntamiento de Guadalajara, aun no hay nada escrito en este punto.
Su renuncia a la dirección general de Procesos Legislativos del Congreso del Estado -con efectos a partir del uno de enero próximo- responde más a una postura de dignidad que por una “chamba” futura, que no la tiene asegurada, valga decirlo.
Por otro lado, es cierto que ha sostenido pláticas con el alcalde Jorge Aristóteles Sandoval, pero no hay ningún acuerdo cerrado y definido y, mucho menos, se ha determinado que será el nuevo contralor. Al menos no entre ellos, aunque sí pudiera estar en la mente el edil tapatío.
Esta renuncia no debe causarnos sorpresa. Era, prácticamente, la “crónica de una renuncia esperada” quizás desde septiembre mismo cuando fue traicionado por los propios diputados del PRI que por mayoría decidieron fuera el nuevo secretario general en sustitución de Carlos Corona, pero que  dócilmente cedieron a caprichos y presiones de otra índole y no fueron capaces de honrar su palabra y ni su propia firma.
“Fue una decisión sensata, prudente y oportuna”, nos dice Morales Aceves, quien simplemente actuó institucionalmente al esperar el fin de año para, como él dice, dar por concluido un ciclo en el Poder Legislativo, donde su sucesor de manera natural deberá ser Adolfo Velasco, director operativo, si es que los diputados quieren ahorrarse un sueldo y no entrar a la disputa de un espacio para fines políticos.
Quien fuera dirigente estatal del PRI, confiesa que esta renuncia es para él una lección, “porque me confirma que en la política, las cosas no son hasta que son”.