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Julio César Hernández
Primero, en el programa de televisión donde participó con otros candidatos panistas. Después, desde el estrado instalado en la Plaza de la Liberación, durante su cierre de campaña. En ambos lugares Jorge Salinas Osornio “lanzó una moneda al aire” que veremos de qué lado cae el próximo cinco de julio, cuando públicamente pidió perdón a los jaliscienses, en general, y a los tapatíos, en particular, por los errores de los gobiernos panistas.
Bien aprendido el guión, Salinas Osornio repitió lo mismo en ambos lugares:
“He encontrado amigos que me ven a los ojos y me dicen en qué ha fallado el PAN, que me dicen en qué ha fallado el gobierno, que me dicen que nos hemos equivocado y, sobre todo, que me recuerdan en todo en lo que tenemos que mejorar. Le he pedido disculpas, les he dicho que tenemos qué seguir transformando”.
Y en su cierre de campaña agregó:
“A veces los gobernantes, y los de Acción Nacional también, dejamos de escuchar, dejamos de confiar, sintiendo que somos poseedores de la verdad”.
Al PRI le llevó más de 70 años reconocer que sus gobernantes dejaron de escuchar a la sociedad y que se creyó poseedor de la verdad, pero era demasiado tarde. Salió de Palacio de Gobierno, primero, y de Los Pinos, después.
A Jorge Salinas le bastaron 14 años para darse del error que llevó a la derrota a su adversario político, el PRI.
Pero, ¿a qué vino esta “mea culpa” de Jorge Salinas por los errores de sus correligionarios en el gobierno? ¿Por qué ofrece disculpas ahora? ¿Será, deveras, que a él le tocará “pagar los platos rotos” este domingo, incluidos los errores que él mismo cometió como diputado y coordinador de la bancada legislativa de su partido? ¿Será que ahora ve que se aleja la posibilidad de un triunfo?
Y digo que lanzó la moneda al aire en espera de ver de qué lado cae el día cinco de julio: Si es cara, quizás los tapatíos le acepten la disculpa y refrenden el voto mayoritario a su favor. Si cae cruz, simplemente le estarán diciendo que su disculpa llegó demasiado tarde y que tendrá que cargar con la derrota.