Gilberto Pérez Castillo
Sin duda la Marcha por el Educación, mejor conocida como Megamarcha, cambió el rumbo del conflicto emprendido por el gobernador Emilio González Márquez en contra del grupo político universitario que encabeza el exrector Raúl Padilla López.
La marcha fue un rotundo éxito para los universitarios por varias razones: fue bastante numerosa (la guerra de cifras y el debate sobre las formas de la convocatoria resultan inútiles); se realizó en completo orden; logró sumar del lado de los universitarios a dirigentes de cuatro partidos -PRI, PRD, PVEM y Nueva Alianza-, al menos a tres presidentes municipales y a un buen número de diputados locales y federales de diferentes partidos; consiguió un mensaje de apoyo del rector de la universidad más importante del país, la UNAM; llamó la atención de los medios nacionales y del gobierno federal y mostró a un grupo político universitario unido alrededor de Raúl Padilla.
Del lado del gobernador Emilio González y su equipo -que prefirieron guardar silencio y tomarse el tiempo para definir sus siguientes jugadas- el balance del día resultó sin duda negativo: la marcha universitaria fue un éxito; mientras Raúl Padilla y su grupo suman apoyos externos el gobernador y su grupo se siguen quedando solos en este pleito; y la demostración de fuerza de los universitarios inhibirá aún más las expresiones en contra de los padillistas, sobre todo dentro de la propia universidad.
Lo dicho, si el gobernador no es capaz de conseguir que dentro de la universidad se cree un grupo lo suficientemente fuerte como para arrebatarles a los padillistas el control de los órganos de gobierno de la Universidad de Guadalajara, todos los esfuerzos, los spots y los desplegados, las declaraciones, los debates ganados por el secretario Alonso Ulloa y los cheques enviados con funcionarios estatales habrán resultado totalmente inútiles.
Ahora sólo falta ver cuáles serán las siguientes jugadas de Emilio González, su grupo político y sus asesores, porque sus alternativas se ven bastante reducidas y comprometidas.
¿Insistirá el gobernador en prolongar un pleito -que tiene muy bajas probabilidades de ganar- o aventará la toalla y se sentará a negociar con los universitarios una salida que no lo deje tan mal parado?