Gilberto Pérez Castillo

El Gobernador no se cansa de perder.

En su obsesión por gobernar autoritariamente, Emilio González Márquez se ha enfrascado repetidamente en pleitos que no puede ganar.

Desde su intención de aplicar un cargo extraordinario para el mantenimiento del bosque de La Primavera, el reemplacamiento, la imposición de un nuevo cargo en el refrendo de las placas, la macrolimosna para el Santuario de los Mártires y el reparto multimillonario para los dirigentes empresariales, el Gobernador ha ido acumulando una larga colección de derrotas.

Además de las derrotas políticas, sus errores han tenido un fuerte impacto negativo en su imagen pública.

En esa misma dinámica ha sostenido una larga guerra interna en su partido, con la obsesión de controlar al PAN desde Casa Jalisco, y en esa arena también ha acumulado una larga lista de fracasos.

Tal vez por decisión propia o por consejo de sus asesores, Emilio González la emprendió en contra de los diputados del Congreso del Estado y contra los partidos políticos por el nuevo esquema público de financiamiento partidista.

Con un objetivo meramente propagandístico, el Gobernador promovió una controversia constitucional y una intensa campaña mediática, con el supuesto de que está del lado de la gente.

Jurídica y políticamente el Gobernador ya perdió de nuevo porque la Corte ya rechazó la controversia y porque el Congreso prepara una severa respuesta a las agresiones del Gobernador.

Mediáticamente el asunto aún está en veremos, pues no sería de extrañar que los resultados en términos de opinión pública tampoco sean positivos para un Gobernador que desde hace tiempo perdió la autoridad moral y política para ser el representante de la gente: es muy díficil que un despilfarrador del dinero público se convierta ahora en el paladín de la austeridad.