Por Hugo Luna

Lamento, que nadie quiera reconocer que cuando hay una crisis de insolvencia, ésta se resuelve sólo con dinero. Y ese dinero sólo puede venir de los contribuyentes. Al menos que se descubra otro yacimiento como Cantarell.

Este fin de semana, estará lista la ley de ingresos. Y empezará otra batalla, aún más encarnizada.

Los diputados decidirán cómo se gasta y se invierte el dinero del presupuesto. Cuánto para cada dependencia, cuánto a los Estados, cuánto a qué programa y por supuesto a sus bolsillos.

Este es el momento de mayor poder para la Cámara de Diputados, la única facultada para decidir sobre el gasto federal. 

Ahora escucharemos los fervorines sobre la austeridad en el gobierno.

Aunque, como se trata de dinero,  cada quien ha forjado su muy personal interpretación de cómo debe ser la austeridad.

Por supuesto que el gasto gubernamental debe ser razonablemente racional, evitar los derroches, quizá recortar partidas que han provocado una explosión demográfica y salarial en los mandos del Ejecutivo Federal.

Pero los diputados no deben caer en la tentación de apretar el gasto tanto como para atar de manos al Estado Mexicano.

Si escuchan las voces de los cuentachiles, la austeridad podría convertirse en mezquina tacañería.

Lo que llevaría al Estado a no gastar en lo que debe, ni lo que debe, ni cuándo debe.

Es obvio que seguiríamos como una República bananera.