Zamora, o el Liderazgo Moral sin futuro

Gilberto Pérez Castillo

En política no existen los líderes morales. En el ejercicio real de la política se tiene poder real o no se tiene. Y este poder real se puede resumir en la capacidad de dar o quitar rebanadas de ese poder. Eso debería saberlo Arturo Zamora.

Cuando emprenden un proyecto político, quienes conocen bien cómo es el juego del poder, establecen planes alternativos de qué hacer en el caso de que el proyecto original fracase. También prevén cómo habrán de ejecutar esos planes alternativos. Es notorio que Arturo Zamora no diseñó un Plan B para el caso de una derrota.

Cuando alguien pierde una elección entra en una etapa de desgaste natural que es inevitable. Al principio, por mera solidaridad, algunos se mantienen leales al derrotado, pero poco a poco se van retirando hasta dejarlo casi solo. No quiere decir esto que una derrota sea la tumba política definitiva de alguien; pero siempre se paga una dolorosa cuota antes de volver a la lucha por el poder. Así es el juego del poder y Arturo Zamora debería entenderlo así.

Después de una derrota electoral, si algo debe cuidar el candidato derrotado son sus simpatizantes. En esos momentos, los que no votaron por el perdedor no son tan importantes, si se quiere volver algún día al juego de la política: lo único que importa es la propia afición. Esto debió considerar Arturo Zamora cuando decidió no impugnar el resultado de la elección, dejando a sus simpatizantes con más dudas e inconformidades que con respuestas y satisfacciones.

Lo anterior explica por qué la idea de Arturo Zamora de convertirse en presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Jalisco está fracasando.

A Arturo Zamora lo hicieron creer que podía ejercer un imposible liderazgo moral dentro del PRI, esta idea surgió como reacción sin reflexión después de la derrota del dos de julio y no como un plan premeditado, además el candidato derrotado está perdiendo adeptos cada hora que pasa y, por si fuera poco, dentro del priismo hay un gran sector inconforme con la rápida aceptación de la derrota y por la falta de impugnación.

Si Arturo Zamora quiere volver algún día por la puerta grande a la política no debe dejarse llevar a aventuras sin futuro. *Publicado en el Semanario Crítica, edición del 21 de Agosto de 2006