Con mucho tiempo de anticipación, Fernando Garza Martínez se “abrió de capa y espada” y manifestó públicamente su propósito de ser nuevamente candidato a la presidencia municipal de Guadalajara por el partido al que alguna vez renunció: el de Acción Nacional, luego de haber sido candidato a la gubernatura por el Partido de la Revolución Democrática.
Cuantas veces se le cuestionó, Garza Martínez aseguró que su objetivo era en serio y que no tenía impedimento alguno para buscar concretarlo, pues finalmente nunca fue expulsado del PAN ni concretó su salida, no obstante haber sido candidato por un partido contrario.
Ya en el trienio 2000-2002 había gobernado la capital tapatía con buenos resultados.
Quizás alentado por ello, fue así que durante varios meses se dedicó a recorrer las colonias de la Perla Tapatía, particularmente aquellas en las que era bien recordado no sólo por los militantes panistas sino por otros ciudadanos sin militancia partidista. Sin embargo, había correligionarios que no lo veían bien por haber sido candidato perredista.
Sus cuentas en las redes sociales se inundaron de fotografías en las que aparecía con vecinos de las colonias de Guadalajara que visitaba. Todo indicaba que estaba decidido a contender nuevamente para ser el candidato a alcalde, aun y cuando enfrente tenía a dos adversarios más por el mismo cargo: el también ex alcalde Alfonso Petersen Farah y el ex diputado César Madrigal Díaz, a los que luego se sumó el ex procurador Tomás Coronado Olmos.
En medio de los trabajos del PAN para preparar sus procesos internos de selección de candidatos, trascendió la versión de que Fernando Garza declinaría su aspiración a la alcaldía para ser candidato a diputado por el distrito 14, versión que él negó una y otra vez e insistía en que mantenía su aspiración a ser el candidato a alcalde.
Sin embargo, en el proceso de acuerdos entre los cuatro aspirantes sólo Garza Martínez aceptó otra oferta que le hizo la dirigencia del PAN: buscar la candidatura a diputado federal por el distrito 10, con cabecera en Zapopan.
El gran error de Fernando Garza fue aceptar la oferta, por varias razones:

  • 1. No tenía un trabajo político reciente en la ex Villa Maicera, se había concentrado en Guadalajara.
  • 2. Aceptó ser precandidato en un distrito en donde prácticamente no tenía aliados. Era ya un desconocido.
  • 3. Aceptó ser aspirante a diputado en uno de los distritos más panistas del país.
  • 4. Su paso por el PRD como candidato a la gubernatura le resto aceptación, precisamente, en dicho distrito considerado el bastión del PAN y donde difícilmente sus correligionarios lo iban a aceptar y votar mayoritariamente para darle la candidatura.

Estas, y quizás otras razones, determinaron la derrota de Garza Martínez frente a un desconocido adversario, Benjamín Hernández Jiménez, integrante, eso sí, del equipo de un panista zapopano, el diputado con licencia Omar Borboa, quien en el mismo proceso perdió la candidatura a la alcaldía frente a Guillermo Martínez Mora.
En una palabra, al aceptar ser precandidato a diputado federal por el distrito 10, Fernando Garza se hizo el “harakiri”, mientras que por otro lado, quienes lo convencieron de aceptar dicha contienda lo mandaron a la “guerra sin fusil”, a sabiendas quizás de cuál sería el resultado.
¿O a qué se atuvo Garza Martínez al aceptar dicha candidatura? ¿Quién le aseguró que obtendría la candidatura sin mayor problema? ¿Quién se comprometió a darle los votos necesarios? ¿O deveras Fernando fue tan ingenuo como para pensar que con su sola presencia o nombre, más sus logros pasados, eran suficientes para levantarse con la victoria?.
Ver para creer…