Uno de los mejores ejemplos de cómo los priistas pueden acabar con su partido es lo que sucedió en Zapopan el pasado domingo 1 de julio, donde fue refundido al cuarto lugar en la elección de presidente municipal y diputados locales en los distritos seis y 10. En el distrito cuatro se quedó en la tercera posición.

En Zapopan sucedió lo que se creía innimaginable para el partido en el gobierno del Estado en uno de los municipios de la zona metropolitana: que sólo tendrá un regidor en la próxima administración. Abel Salgado Peña, ex candidato a la alcaldía. No dió para más.

De acuerdo a las cifras del Instituto Estatal y de Participación Ciudadana, en la contienda por la presidencia municipal el PRI obtuvo el 11.4% de la votación contra el 16% del PAN, el 22.8% de Morena y el 44.7% del partido Movimiento Ciudadano.

En Zapopan, el PRI dió el mejor ejemplo de lo que es la simulación.

Por supuesto que este escenario no debe sorprendernos con lo que conocimos antes de que se decidiera quién sería el candidato a la alcaldía, cuando la ambición de unos pocos provocó el retiro de muchos. Y ahí están los resultados. Desastrosos para todo el priismo. Nadie puede declararse inocente de lo que sucedió, porque incluso su no participación refleja que al no alcanzar una rebanada del pastel prefirieron darle la espalda, y hasta traicionar, a su propio partido y a sus candidatos.

Al conocer el resultado electoral y su consecuencia -un solo regidor en el Cabildo-, cómo no recordar aquella escena donde tras conocerse la integración de la planilla de candidatos a regidores -al menos en los primeros cuatro o cinco lugares-, los dirigentes de los sectores en el municipio y el dirigente del PRI Municipal, Oscar Santos, anunciaron a los cuatro vientos que no apoyarían ni harían trabajo proselitista, mucho menos pedir el voto, para sus abanderados a la alcaldía y las diputaciones.

Y aunque posteriormente Santos apareció anunciando su apoyo a Salgado Peña, en los hechos todos cumplieron su palabra: lo dejaron sólo.

Cómo olvidar la escena aquella en la que el regidor, y a la postre coordinador de la campaña de José Antonio Meade en Jalisco, Salvador Rizo Castelo, anunció su apoyo a los candidatos a diputados pero nada para el candidato a la alcaldía.

Claro que también recordamos aquel encuentro “de la unidad” entre los precandidatos a la presidencia municipal alrededor de una mesa, pero nunca advertimos las “patadas” que se estaban dando debajo de ella y que prosiguieron luego durante la precampaña y la campaña.

Sí, podrán decir que se le entregó todo a quien finalmente demostró que no tenía nada, pero ninguno de los inconformes tuvo el valor para ir a reclamar a donde se tomaron las decisiones y a quien las tomó-, que no fue precisamente en Calzada del Campesino 222. Prefirieron agachar la cabeza, bajar los brazos y traicionar a los suyos.

Sin duda, pues, que el PRI a nivel nacional, y particularmente en el estado, podrá poner como ejemplo a Zapopan de lo que es la ambición, la simulación y la traición en sus filas… y nadie puede gritar ¡Fuenteovejuna!