El sello que ha caracterizado los primeros 11 meses del gobierno de Enrique Alfaro Ramírez antecedió horas antes su primer informe de gobierno: el hallazgo de siete cuerpos, ejecutados, en tres vehículos en la carretera rumbo a Zapotlanejo.
Coincidencia o no, pero sin duda de mal gusto esta escena de un tema -el de la inseguridad pública- que Alfaro Ramírez no quiso abordar en su obligación constitucional de informar a los jaliscienses, pero al que le dedicó una ceremonia especial el lunes pasado que no tuvo mayor trascendencia que el de machacar con aquello del “se matan entre ellos” y asegurar -¿con qué elementos de prueba se sostiene esta afirmación?-, que el 70% de los homicidios en Jalisco obedecen al ajuste de cuentas entre miembros del crimen organizado.
Se festinó que el Mandatario haya acudido -como lo obliga la ley- al recinto legislativo a cumplir con el mandato constitucional, aunque es de reconocerse que sin ser obligatorio escuchó el posicionamiento de las diversas fracciones parlamentarias y respondió a algunas de las críticas que le endilgaron. Pudo no hacerlo, pero esa actitud tiene su gracia.
Sin embargo, en donde no hubo diferencia alguna con todos sus antecesores, del color partidista que sea, fue en el contenido de su informe en el que se destacaron lo que consideró sus logros, todo color de rosa, y se minimizó la autocrítica, tanto en lo que se hizo mal como en lo que no se ha hecho por falta de voluntad más que por otras razones, aunque se siga el guión infalible de culpar a otros de sus fallas, como en el tema de Salud donde responsabilizó al gobierno federal del recorte de recursos pero ignoró la incapacidad de sus colaboradores en dicho sector que se ve claramente reflejada en el problema del dengue, de cuyas muertes casuadas ni un sentido pésame le mereció.
O en el tema del combate a la corrupción, donde las licitaciones amañadas, irregulares y dirigidas han sido el sello del gobierno naranja y uno de los reclamos más sentidos de la ciudadanía, y de ello no puede culpar ni a la administración anterior ni al gobierno federal, pues lo que hemos vistos es que se ha dado “manga ancha” para que desde el gobierno se hagan jugosos negocios en beneficio de las familias… de los propios funcionarios.
Machacó, por ejemplo, con que el programa #ATodaMáquina es un éxito, pero se niega a reconocer que su licitación fue una burda y reprobable simulación que quedó amplia y públicamente demostrada por El Diario NTR Guadalajara. Argumentó: “Se hizo una licitación como se debía y no tengo nada de que avergonzarme ni que esconder; en lo personal sostengo un principio que le escuché a Andrés Manuel López Obrador que decía: ‘Me podrán decir Peje, pero no lagarto’. A mí me podrán decir todo, pero no ratero”.
Para preocuparse si, como lo dijo Alfaro, las licitaciones deben de ser como la que se hizo para el programa #ATodaMáquina, porque entonces seguiremos con la simulación a toda máquina. Y ni qué decir, reitero, de las que se hacen en la Secretaría de Salud.
Total, que a reserva de desmenuzarlo con más tiempo y minuciocidad, si es necesario, el primer informe de gobierno de Enrique Alfaro no fue sino el “lugar común” de lo que han sido los informes de la vieja guardia priista del siglo pasado, de las tibias administraciones panistas y del fugaz gobierno de los neopriistas que le antecedieron. Nada que destacar, nada que festinar y mucho menos nada que aplaudir.
Y de la intervención de los representantes de las diversas fracciones parlamentarias hay algunos renglones rescatables de la intervención del perredista Enrique Velázquez y de la morenista Erika Pérez, pero de los demás nada qué decir y si mucho qué reclamar: ¿Dónde está la oposición en Jalisco?