Pocas, o quizás ninguna, como la ceremonia de inauguración de la 35 edición de la Feria Internacional del Libro será recordada como en la que se hizo un “ajuste de cuentas” de los organizadores -con Raúl Padilla López como presidente y Ricardo Villanueva Lomelí como rector general, a la cabeza- con los gobiernos federal y del estado desde donde han sido objeto de una embestida en su contra que ha generado controversia, filias y fobias, simpatizantes y detractores, y una confrontación a la que no se le advierte una pronta solución.
De entrada, la ausencia del gobernador Enrique Alfaro Ramírez -que el año pasado asistió a defender la FIL y a sus organizadores del “golpeteo” de la que fueron objeto desde las “mañaneras” en Palacio Nacional- puso el primer ingrediente polémico, pues pretendió justificar su inasistencia por razones de “agenda”, pero quedó evidenciado que a esa hora de la inauguración -las 11 de la mañana-, no tuvo compromiso alguno y bien pudo haber hecho acto de presencia.
Pero fue prudente y envió en su representación al secretario general de Gobierno, Enrique Ibarra Pedroza, con lo que le dio el toque político, y no cultural, a la presencia gubernamental. Ibarra Pedroza cumplió con la encomienda, salió en defensa del gobierno del que forma parte y reiteró su respecto a la autonomía universal, no sin dejar pasar el reproche porque la disputa de los 140 millones de pesos reasignados haya llegado hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Padilla López denunció ante invitados nacionales e internacionales que la FIL -y por ende sus organizadores, con él al frente- ha sido objeto del “asedio del poder público”, de pretender “desvincularla” de la Universidad de Guadalajara, del recorte de apoyos a la cultura, “como es el caso de este año”, y de “pretender socavarla”. En ninguna otra FIL se habían hecho esta serie de denuncias públicamente, pero siempre hay una primera vez. Y aunque no se dijeron nombres ni apellidos, los destinatarios de estos señalamientos indudablemente que fueron tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador que el gobernador Alfaro Ramírez. Sin duda.
Como tampoco hubo duda de que para ambos gobernantes iban dirigidas las últimas palabras de Padilla López: “Aquí somos escritores y lectores; voces, no hocicones; y voces que repudiamos el pensamiento único, venga de donde venga”.
El rector general, Villanueva Lomelí, secundó al presidente de la FIL y no se quedó atrás en referencias a la embestida que hoy enfrentan por parte del poder público, federal y estatal. Así lo dijo: “No hay duda que la situación política en la que llega esta Feria y la que vive nuestra Casa de Estudios es de tiempos complejos”. Y de entrada, sin perder tiempo, acusó al “gobernador del Estado” -lo llamó por su cargo-, de “lamentables ofensas directas” -¿se acuerdan del “vasallos”, “pillos” y “mandaderos”?-.
Y luego, como Padilla, lanzó indirectas que todos entendieron que iban directamente a Palacio Nacional y Casa Jalisco:
“Siempre han existido quienes quieren hacernos creer que son dueños de la verdad. Eso no es nada nuevo. Que quienes no se doblegan ante ellos son los villanos de la historia; que hay que elegir entre el blanco y el negro; que hay que elegir entre el bueno y el malo. No hay nada más falso que esta dicotomía…”.
Concluyó con lo que ha sido la historia de esta Feria Internacional del Libro durante 35 años: “… Un presidente más, un gobernador más, yo soy un rector más, pero la FIL, no señores, la FIL es de todos y es para siempre”.
A todo esto, más allá de reiterar que el gobierno del Estado respeta la autonomía universitaria, el secretario general Ibarra Pedroza dio cátedra de su experiencia política y, como en los famosos memes, pareció deslizarle a los universitarios el “ahí les dejó esto” con la no menos popular frase de que “el que entendió, entendió”, cuando recordó:
“Un sábado como hoy de noviembre de 1987, el gobernador de Jalisco Enrique Álvarez del Castillo; el rector de la Universidad de Guadalajara, Enrique Alfaro Anguiano; y el presidente de esta Feria, Raúl Padilla López, inauguraron la primera edición de la misma. Con ello, estas tres voluntades marcaron un parteaguas hasta posicionar a Guadalajara, a Jalisco y a México en el mundo de la cultura…”.
Y sí, el que “entendió, entendió”, pero quiso dejar constancia de que el apellido Alfaro es parte de la historia de la Feria Internacional del Libro. Así de elegante el maestro Ibarra.