Durante estos últimos días los dirigentes de los partidos políticos han desfilado por las instalaciones del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana para registrar a sus candidatos a diputados locales y a las planillas de candidatos a las presidencias municipales. Sin duda, todos ellos serán “palomeados” por la autoridad electoral, pues seguramente no tendrán impedimento alguno para contender.
Ya corre la segunda quincena de marzo y el día del arranque de las campañas electorales cada vez está más cerca. Y sin duda que en el caso de las alcaldías, la “madre de todas las guerras” se registrará en Guadalajara con tres contendientes que no tengo la menor duda se darán “hasta con la cubeta”: Enrique Alfaro Ramírez, Alfonso Petersen Farah y Ricardo Villanueva Lomelí, en estricto orden alfabético.
Seguramente el resto de los contendientes, como Celia Fausto, del PRD, y Jesús Burgos, de Morena, le pondrán a la contienda un ingrediente extra que servirá para mandarle el mensaje a los votantes de que ellos también son candidatos.
En Guadalajara la contienda por la sucesión de Ramiro Hernández no será fácil para ninguno de los tres arriba mencionados. Villanueva Lomelí tendrá un reto titánico para que el PRI mantenga en sus manos el gobierno municipal. Contra lo que no pocos aseguraban, Ricardo llega con la tranquilidad de haber incrementado entre los tapatíos el nivel de conocimiento de su persona y con la posibilidad de seguir creciendo si sabe hacer una campaña inteligente y eficaz, que contrarreste el desgaste natural de su partido en el gobierno, tanto federal, estatal como municipal.
Frente a sus adversarios, la estructura de su partido sigue siendo su principal ventaja, pero sabe que eso no será suficiente ni determinante para ganar, pues requiere de otros factores que tendrá que trabajar a lo largo de la campaña. Asimismo, de cómo se integre su planilla dependerá si el resultado le será una ventaja o una desventaja.
Lo que si no podemos perder de vista es que un factor determinante para su triunfo será los votos que le aporte su aliado, el Partido Verde Ecologista de México. Y eso puede marcar la diferencia…
Alfaro Ramírez llegará como el favorito, pero no con el triunfo “en la bolsa” como lo creen sus simpatizantes e impulsores. Y es que llegar con la etiqueta de “favorito” le significa un arma de doble filo: por un lado, podría aprovechar esa percepción para a lo largo de la campaña sumar apoyos a favor “de quien va a ganar”; por el otro, llegar a la contienda constitucional con esa “etiqueta” podría llevarlo a cometer errores que podrían costarle muy caro, pues nadie desconoce que ya llegó al tope de su crecimiento y que hoy tiene más “flancos” débiles que en la campaña pasada por la gubernatura.
A diferencia del PRI y del PAN, no cuenta con una estructura partidista sólida ni los apoyos extraordinarios del 2012 que recibió desde el gobierno panista.
La etiqueta de “favorito”, pues, será un factor con el que Enrique tendrá que lidiar, y de la forma en que lo enfrente dependerá si hace valer esa ventaja o se convierte en su peor desventaja.
Petersen Farah, a su vez, llegará a la contienda con la responsabilidad y el peso de lograr para su partido, Acción Nacional, el terreno perdido en los últimos años por la “guerra intestina” y las traiciones que lo caracterizaron en los pasados comicios. De lograrlo, sin duda que estaría asegurando la segunda posición en las elecciones, sin descartar que ante dos posiciones muy encontradas del PRI y el PMC, con sus respectivos candidatos, la ciudadanía tapatía se decida por llevar al PAN una vez más al gobierno.
Podría creerse que Alfonso está en la tercera posición en esta contienda, pero sin duda que esa es una percepción reflejo más de lo que es actualmente su partido que su persona. Y es que, sin duda, el PAN no tenía otra opción para ser competencia en esta elección que postular a Petersen Farah.
Así, pues, preparémonos para atestiguar una “guerra” electoral que, además, exigirá al árbitro electoral -tanto al INE como al IEPC- de una actuación puntual, oportuna y exigente como quizás ninguna en las últimas elecciones. Ni siquiera la del 2012.
Al tiempo.