Hasta el momento nadie ha encontrado razón alguna que explique por qué que en Jalisco el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana programó cuatro debates entre los contendientes por la gubernatura, cuando bien pudo celebrarse uno por mes -marzo, abril y mayo- y dejar que corriera el tiempo para la llegada del día de la jornada electoral. Por eso, lo sucedido en los dos últimos en los que se acusó al candidato Jesús Pablo Lemus Navarro de ejercer violencia política por razón de género en contra de Claudia Delgadillo, primero, y Laura Haro, después, nos lleva a preguntarnos: ¿Es necesario un cuarto debate?
Más allá de los “dimes y diretes” generados por los defensores de Lemus Navarro -entre ellas no pocas mujeres de Movimiento Ciudadano, que incluso se autodenominan como “feministas”- y de las candidatas Delgadillo y Haro, los debates han pasado a ser un ejercicio ocioso que únicamente sirven para satisfacer el morbo de conocer muchos “trapitos” que los participantes “sacan al sol” sin el menor recato para exagerar o hasta mentir, escudándose en aquello de que “difama, que algo queda”.
No vamos a discutir aquí si el candidato o las candidatas tienen razón en esta discusión, porque si entre las propias “feministas” no se ponen de acuerdo en qué si es y qué no “violencia política por razón de género”, difícilmente habrá espacio suficiente para argumentar una cosa u otra que convenza a una parte o la otra. Dejemos que sean las instancias correspondientes, luego de “sesudos” análisis, las que determinen si Lemus Navarro violentó o no a sus compañeras contrincantes, porque en el caso de Claudia Delgadillo, que fue el primero, aun no se dice la última palabra. El tema aún se discute en donde debe de discutirse, toda vez que hay una demanda de por medio. Y ahora habrá qué esperar lo que se resuelva respecto a la denuncia que presente o presentó Laura Haro.
Desde el principio advertimos que Jesús Pablo Lemus iba a transitar por la delgada y delicada línea del riesgo que implica contender contra una o dos mujeres en este caso, pues estaba obligado a cuidar cada una de las palabras que pronunciara, cada gesto o ademán que hiciera y cada acusación que les dirigiera. Pero no lo hizo y hoy está metido en un enredo del que no se sabe cómo saldrá ni cómo terminará, porque a una candidata le señaló haber tenido una relación “íntima” con un ex presidente, en tanto a ella misma y a la segunda, les endilgó un “padre” que no existe como tal. En ambos casos, la interpretación -y ahí es donde apuntan la violencia política por razones de género-, es que ni una ni otra candidata hubiesen transitado en la política hasta donde han llegado si no es gracias a la existencia de un hombre.
En este tercer debate del sábado anterior, cuando vimos que Lemus Navarro se iba a dedicar a leer durante toda su participación, creímos que lo haría precisamente para evitar “caer en la tentación”, para no incurrir en un “desliz”, para no caer en el “error”, de decir algo que no tenía qué decir y que le costara un señalamiento como el que se le hizo en el segundo debate. Pero no. Ni eso lo salvó y se le hizo fácil recurrir a una figura que en otros tiempos era común en la que ellos mismos llaman “vieja política”, pero que la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por Jalisco consideró que era violencia política por razón de género en su contra.
Además de esto, ¿qué han dejado los tres debates celebrados hasta ahora? La verdad, nada. Nada que no hayamos escuchado en la propaganda de los candidatos, en sus declaraciones a los medios de comunicación, en sus participaciones en redes sociales, en sus encuentros con los ciudadanos en plazas públicas o en espacios cerrados. Lo que digan o dejen de decir, también es cuestionable porque ofertan obras y servicios que no sostienen con argumentos sólidos de cómo los van a financiar, principalmente. Ofrecen y prometen, como si tuvieran garantizado que los recursos económicos van a fluir desde el primer momento y sin contratiempos para que cumplan lo prometido.
Por todo esto es que estamos a tiempo de preguntarnos: ¿Y para qué un cuarto debate? Y con tiempo podemos solicitar: Que se suspenda ya ese cuarto debate. Es más, ¿estarían dispuestas Claudia Delgadillo y Laura Haro a presentarse a otro foro de cara a Jesús Pablo Lemus si la resolución de quien corresponda exime al candidato de haber incurrido en violencia política por razón de género? ¿O estaríamos, incluso, en la posibilidad de que el propio abanderado “naranja” decline asistir al cuarto debate si pretexto de que es acusado u hostigado por acciones que no cometió?
¿Qué sucede si se suspende el cuarto debate, programado para el domingo 25? Nada. ¿Qué gana o pierde el ciudadano jalisciense si se suspende el cuarto debate? Nada. ¿Entonces….?
Ojalá y nos hagan ese favor… Y si no, pues a divertirnos otra hora y media más frente a las pantallas.