Ante nada menos que la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, Enrique Alfaro Ramírez “ondeó” ayer, durante su toma de posesión en el Congreso del Estado, la bandera blanca condicionada al presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Desde Jalisco le decimos al presidente: podemos tener diferencias, pero eso no significa que seamos enemigos; por el contrario, queremos ser sus aliados, ofrecemos diálogo y respeto, pero pedimos lo mismo para nuestro estado”, fue el mensaje que Alfaro le pidió a Sánchez Cordero que le hiciera llegar a López Obrador.

Y como para que no hubiera duda, le solicitó a la titular de Gobernación que también le comentara al presidente de la República que “de un servidor no encontrará jamás discursos de cortesía política simulada o mezquindad disfrazada de lambisconería; habremos de levantar la voz cuando sea necesario para plantear desde aquí nuestra postura sobre los grandes temas de la patria”.

Un mensaje de amor y paz el que Alfaro envió a López Obrador, pero bajo la advertencia de que “no se arrodillará” ante el gobierno federal. Por lo pronto, Alfaro y demás gobernadores ya lograron que el presidente diera marcha atrás a su decisión de que los “superdelegados” fueran a la vez secretarios técnicos en las mesas sobre seguridad pública, tema por demás “caliente” aquí en Jalisco que ya está en la atención de López Obrador.

Al asumir Enrique Alfaro ya el gobierno de Jalisco, los jaliscienses demandan de su gobernante una respuesta inmediata para el combate a la inseguridad pública, pues no hay día en que no se registren homicidios cada vez de manera más descarada en calles o avenidas bastante transitadas y a plena luz del día. Ya los delincuentes no buscan el cobijo de la noche. No, confiados en que difícilmente los aprehenderán y a que como ellos la impunidad campea en la entidad, no dudan en cometer sus asesinatos sin ninguna restricción.

Y lo peor: hoy en Jalisco cada vez es más fácil asesinar a los mismos elementos que están encargados de la seguridad pública. Y no hay distingos: federales, estatales y municipales. 24 policías municipales asesinados en lo que va del 2018; apenas anteayer la víctima fue el director operativo de la policía de El Salto. A esto hay que sumarle los seis elementos de la Fuerza Única Regional emboscados en La Huerta; los dos agentes federales agredidos a finales de noviembre y uno de los cuales falleció; y los dos agentes de la PGR ultimados en febrero pasado en los límites de Jalisco y Nayarit. Y así, la cuenta puede seguir…

Ocho elementos de seguridad asesinados en un lapso de tres días. Ante este escenario, ¿qué podemos esperar los ciudadanos cuando vemos que en cualquier crucero de la zona metropolitana se registra una ejecución o hasta en un parque público, como sucedió anteayer en la colonia Providencia? ¿O de aquellas personas que son asesinadas por resistirse a ser robados, como ocurrió hace apenas unos días en un restaurante en López Cotilla, y como éste muchos más?

En el discurso de ayer del gobernador Alfaro se abordaron muchos temas, pero ninguno interesa más que el que tenga que ver con acciones en contra de la inseguridad pública, y para ello se requiere la coordinación entre los tres niveles de gobierno que deben dejar su actitud de “jarritos de Tlaquepaque” para otros asuntos y en este caso “tomar el toro por los cuernos”, porque los jaliscienses demandan acciones y no más demagogia.

Aristóteles Sandoval dejó un estado ensangrentado y a merced del crimen organizado y la delincuencia común; hoy Enrique Alfaro está obligado –para eso lo llevaron al gobierno- a limpiarle la cara al estado sin que sus diferencias con López Obrador se interpongan como obstáculo para que quienes vivimos en Jalisco lo hagamos tranquilos, sin sobresaltos.