En los últimos días el ex gobernador de Guanajuato -actualmente diputado federal-, Juan Carlos Romero Hicks, difundió en sus redes sociales una frase que rescató de quien es considerado el mejor Mandatario (1949-1955) de aquella entidad: José Aguilar y Maya, y que, cuenta, “veía en Palacio de Gobierno”. Dice:

“El gobernador de Guanajuato podrá tener enemigos, pero él no puede ser enemigo de nadie”.

Para estos tiempos, podemos cambiar el nombre del estado y leer: “El gobernador de Jalisco podrá tener enemigos, pero él no puede ser enemigo de nadie”. Y queda impecable.

Enrique Alfaro Ramírez rinde hoy su primer informe de gobierno en medio de un escenario muy desfavorable que nadie se imaginó, hace poco menos de un año -el 6 de diciembre cuando rindió protesta-, que estaríamos atestiguando en estas fechas. Contra los pronósticos, llega ante los diputados con una popularidad muy disminuida, rondando el 36% -en el lugar 17 de entre los gobernadores del país-, según la encuesta más recientes-… y a la baja. Y lo que es peor, no se advierte en el corto plazo la posibilidad de que revierta el mal cartel que tiene ante sus gobernados.

De sus obras y acciones habrá que esperar lo que diga hoy en el discurso para contrastarlo con la realidad, porque todo depende del cristal con que se mire, como las cifras que reveló anteayer en materia de seguridad y que, por supuesto, no comulgan con lo que día a día viven y enfrentan los ciudadanos. O como el caso del programa A Toda Máquina, que presume como histórico en materia del agro, pero cuya licitación fue la más burda farsa y simulación cometida por gobierno alguno y que sin duda marcará a su sexenio, no obstante que aún le faltan por correr cinco largos años.

Y qué decir de las tramposas licitaciones realizadas desde el Organismo Público Descentralizado Servicios de Salud en materia de Servicios de Laboratorio y Bancos de Sangre o aquellas que fueron en beneficio de los familiares de la titular del OPD, Consuelo Robles, o del propio secretario Fernando Petersen Aranguren. Y ya no digamos la torpeza con que desde este sector se ha manejado el problema del dengue que provocó hasta el momento la muerte de 20 personas y tiene a Jalisco en los primeros lugares de casos confirmados, de casos graves y de casos probables, amén de los fallecimientos.

Tampoco se puede ignorar el divorcio, rayando en algunos casos en desprecio, que el gobierno alfarista mantiene con los medios de comunicación a los que no ha “maiceado” y sí, en cambio, han sido críticos severos de su gestión -con evidencias y elementos de prueba-, salinizándose en su proceder con aquello de “ni los veo ni los oigo”. O incluso lópezaportillándose con aquella famosa frase de: “no les pago para que me peguen”.

Y como estos emblemáticos casos, hay muchos más que nos obigaría a extendernos hasta el infinito y más allá, pero de los que hay que estar atentos para ver si los aborda o los ignora en su primer informe. De lo que haga al respecto, confirmaremos si enfrentó o rehuyó a la autocrítica.

Los viejos de la comarca no recuerdan gobierno estatal alguno que haya iniciado con un primer año tan cuestionado y criticado como este primero del partido Movimiento Ciudadano que generó amplias expectativas de marcar una contundente diferencia entre el antes y después de Enrique Alfaro. La decepción llegó muy pronto.

Pero aún así, y parafraseando al mandatario guanajuatense Aguilar y Maya, debería de inscribirse en alguna parte del Palacio de Gobierno o de Casa Jalisco aquello de: “El gobernador de Jalisco podrá tener enemigos, pero él no puede ser enemigo de nadie”.