La composición de la LXI Legislatura del Congreso del Estado de Jalisco, que iniciará funciones el primero de noviembre próximo, asegura una férrea lucha por los votos, sobre todo por los de las fracciones minoritarias.
El partido Movimiento Ciudadano (MC) tendrá 15 votos de los 39 totales que integran la cámara y el PRI 14. Entonces, para tener mayoría, ambos necesitarán de los votos de las fracciones menores, sobre todo del PAN, que tendrá cinco votos y está peleando otro en tribunales. El resto de los votos los tienen el PRD (2), PVEM (1), Nueva Alianza (1) y el independiente Kumamoto.
El problema es que esos votos no se irán para un lado o para el otro por convicción, por apoyar temas que convengan a la sociedad, sino que serán vendidos al mejor postor: desde hace varias legislaturas los votos en el Congreso de Jalisco se compran con dinero, con moches de obras públicas y con plazas en las nóminas gubernamentales.
En esas condiciones, quienes pueden ser los fieles de la balanza -PAN, PRD, PVEM, Nueva Alianza y el independiente Pedro Kumamoto- vivirán bajo la constante seducción o acoso de MC y PRI.
El problema será, insisto, que para el lado que decidan inclinar sus votos dependerá más de lo que puedan obtener en dinero, moches o plazas en las nóminas de los gobiernos que en los intereses generales de los jaliscienses.
Los votos se irán pues con el mejor postor, con quien ofrezca más, y no con quien presente las mejores propuestas.
Así que lo más seguro es que veamos a las fracciones de los partidos menores llevar sus votos de un lado para otro, según la ocasión y según el premio.
Y, por supuesto, también veremos diputados brincar de una fracción a otra, de un partido a otro, dependiendo también del tamaño del beneficio personal que puedan recibir.
Empezó pues, desde hace semanas, la gran batalla por los votos de los diputados que integrarán la próxima Legislatura del Congreso de Jalisco.
O tal vez sea más certero decir que desde hace semanas empezó el tianguis o las subastas por esos votos.