Por José Antonio Elvira de la Torre
Hace algunos años el profesor de Ciencia Política en la Universidad de Stanford, Gary W. Cox, estudió cómo las instituciones electorales (reglas formales): 1) evolucionan en respuesta a incentivos, estrategias y elecciones de actores políticos) y, 2) afectan el desempeño de los sistemas políticos. Para explicar la forma en que las instituciones nos ayudan a prevenir ciertas elecciones colectivas y a limitar los resultados posibles que pueden obtenerse, propuso el concepto de la coordinación estratégica, posible tanto en actores políticos como en electores, que pueden cooperar y coordinarse en búsqueda de mejorar sus oportunidades y su posición.
De esta manera, los actores políticos pueden buscar coordinarse a través de la formación de coaliciones y los electores limitar el número y la fuerza de esos actores y coaliciones mediante el voto estratégico. El autor señala tres elementos que pueden influir en la coordinación estratégica: a) mezcla de intereses; b) posibilidad de éxito o fracaso; c) rapidez del cambio de la intención del voto cuando fracasa la coordinación.
Bajo este esquema podemos identificar algunos escenarios potenciales de voto estratégico tanto para la elección presidencial, como a la gubernatura del estado.
La coordinación estratégica de los actores políticos
En un primer momento, previo al inicio del proceso electoral, las posibilidades de un juego de coordinación más amplio entre los principales actores políticos fueron tan evidentes que terminaron por estructurar dos grandes coaliciones para competir en la elección. Para la coalición encabezada por MORENA el incentivo era evidente, no obstante ser el partido con mayor militancia y mayor intención de voto, competir solo significaba un alto riesgo de no poder ganar la Presidencia de la República y mayorías absolutas en ambas Cámaras del Congreso de la Unión. De esta forma, el costo de coordinarse con partidos como PVEM y PT, en lo federal, además de Hagamos y Futuro en lo estatal, resultaba no sólo tolerable sino estratégico por la posible ganancia que puede reportarle.
En el caso de la coalición de PAN, PRI y PRD también existió bastante claridad respectos de los costos negativos y positivos que podía generar. El rechazo y alejamiento de algunos de sus electores por no aceptar la coordinación de estas fuerzas políticas antes antagónicas, podía compensarse no sólo por la intención de obtener más votos (PAN, PRI) o mantener el registro nacional (PRD), sino por la posibilidad real de ser competitivos, en coalición, en la elección presidencial y de los cargos ejecutivos en las entidades, así como ampliar su presencia en las Cámaras del Congreso de la Unión y en los Congresos locales.
El Partido Movimiento Ciudadano, único que no se coordinó en ninguna coalición, enfrenta el riesgo de que si los incentivos a la coordinación estratégica del voto de la ciudadanía son suficientemente fuertes para otorgar su sufragio a alguna de las coaliciones, podría obtener una votación extremadamente baja que complique su registro como partido nacional. La racionalidad de tal decisión puede explicarse por el escenario de disputa interna por el control futuro de ese partido del líder nacional y los liderazgos en las entidades, particularmente, Jalisco. En este escenario, y ante la negativa de la dirigencia nacional de una coordinación estratégica formal (coalición) en Jalisco, la alternativa para este partido es jugar un juego informal de coordinación en la entidad (de facto) para generar voto cruzado en la gubernatura a cambio de la presidencial, con alguna de las coaliciones.
La coordinación estratégica de los electores
Con poco más de la mitad de las campañas a la presidencia, existen factores evidentes que hacen pensar que seremos testigos de una fuerte coordinación estratégica del voto, aunque no hay certeza aún del rumbo del sentido de ese voto estratégico. No ha ocurrido un evento o situación que cambie drásticamente las tendencias hasta ahora vistas. Esto no significa que no exista la posibilidad de que surjan sucesos que pueden complicar el escenario para alguna de las principales candidatas (acusaciones contra integrantes de los equipos de campaña, o familiares directos) y, con ello, orientar el sentido del voto estratégico.
En la siguiente tabla pueden apreciarse algunas de las condiciones que pueden incidir en la definición de los electores en el sentido de otorgar sus sufragios de manera coordinada hacia alguna de las opciones en la elección presidencial. Por ejemplo, la evaluación de las personas a los resultados y la utilidad que les generan las acciones y el desempeño del gobierno, en donde pueden presentarse dos tendencias, la de evaluar positivamente el impacto del desempeño del gobierno en la vida de las personas, de manera individual o en sus familiares, que incidiría en orientar el la coordinación estratégica a votar de nuevo por el partido en el gobierno o, en su defecto, una evaluación negativa del gobierno y sus programas que incidiría significativamente en el voto estratégico por la coalición o el partido de oposición.
Elementos para la coordinación estratégica del voto a la Presidencia (actores y electores)
No es casualidad que las estrategias que podemos apreciar de los partidos contendientes, ya sea en coalición o individualmente, estén orientadas a favorecer estos escenarios. No obstante, en este momento de la contienda puede ocurrir cualquier cosa. La última palabra la tienen los electores, quizá, hasta el instante mismo de estar frente a la mampara.