Los trascendidos hablan de que al concluir la actual administración estatal priista varios funcionarios de primer nivel se refugiarán en el extranjero; unos en Estados Unidos y otros en Europa. España en particular.
Cada uno de ellos sabe la razón de su exilio, pero también cada uno de ellos conoce los pendientes que deja en el tiempo durante el que ocuparon su cargo. Unos podrán irse satisfechos, otros lo harán insatisfechos, pero quizás más de uno lo haga con miedo a lo que venga. Cada uno dirá si se va con la conciencia tranquila o no. Por lo que haya hecho o dejado de hacer. Incluso, aquellos que decidan quedarse.
En este sentido, los jaliscienses habrán de juzgar el gobierno de Jorge Aristóteles Sandoval Díaz y la historia se encargará de colocarlo en el lugar que le corresponde de entre quienes gobernaron Jalisco, porque cada gobierno, sea del color que sea, es de claroscuros, más allá de lo que opinen sus seguidores y sus detractores.
Pero con quienes Aristóteles Sandoval quedará con una enorme deuda será con sus correligionarios priista a quienes les entregará pésimas cuentas político-electorales al final de su sexenio, pues no solamente sufrió dolorosas derrotas en los dos procesos electorales que le correspondieron sino que entregará un Partido Revolucionario Institucional arrumbado en la cuarta posición como fuerza política y sin la menor esperanza de una pronta y rápida recuperación.
Ni en 2015 ni en 2018 como primer priista del estado, y de acuerdo a las reglas no escritas de su partido, aceptadas y respetadas por todos sus militantes, supo elegir a los mejores candidatos para recuperar los espacios perdidos en comicios anteriores ni refrendarse en no pocos de los que ganaron con anterioridad.
Si en 2015, elecciones intermedias, no logró ganar más que Tonalá como municipio de la zona metropolitana, tres años después fue incapaz de retenerlo. Si en 2015, a la mitad de su sexenio, no supo ganar las alcaldías metropolitanas que le permitieran llegar más competitivo a la elección donde estaría en juego la gubernatura, tres años después se refrendó que no supo o no quiso mandar a la batalla electoral a los mejores hombres de su partido. Se equivocó.
Mucho se especula y se podrá seguir especulando respecto a si “negoció” no solo la gubernatura sino la elección estatal o si deliberadamente la entregó a quien lo relevará en el cargo -lo que no demerita el esfuerzo y a las figuras del alfarismo que ganaron su elección-, pero sea o no cierto eso, la verdad es que a diferencia de 1995 cuando por vez primera en su historia el PRI perdió el poder en Jalisco, hoy el operador político del Revolucionario Institucional en la entidad fracasó.
Esa será la gran deuda política de Aristóteles Sandoval para con su partido y sus correligionarios. Cargará con el señalamiento de haber sido el responsable de mandar al PRI a la cuarta posición política siendo gobierno.
Su popularidad -ahora ya bastante menguada-, no le alcanzó para hacer triunfador a su partido. Y la incógnita que dejará abierta para propios y extraños será: ¿lo hizo deliberadamente?
Al tiempo.