Mientras el pasado miércoles seis el gobernador Enrique Alfaro Ramírez montaba su grotesco show en el redondel del palenque de las Fiestas de Octubre para que le rindieran culto a su personalidad con el pretexto de presentar su sexto informe de gobierno que terminó con una vergonzosa escena en la que se arrodilla, se persigna y se limpia las que pueden ser “lágrimas de cocodrilo”, una familia en Tlajomulco -que los emecistas presumen como la “cuna del alfarismo”-, lloraba la ausencia de su hija y nieta que dos días antes reportaron como desaparecidas en la ciudad de Colima.
Mientras la prácticamente invisible titular de la Secretaría de Igualdad Sustantiva, Paola Lazo Corvera, aplaudía a rabiar a su jefe titular del Ejecutivo en las graderías del palenque y le festejaba su burdo espectáculo montado junto a un simple banco que cargó de un lado para otro durante su campaña en el 2018, a una familia en Tlajomulco -“donde todo comenzó”, se ufanan en presumir los alfaristas-, se le desgarraba el corazón y el alma al enterarse de que su hija y su nieta habían sido encontradas sin vida en un predio de la colonia El Trapiche, del municipio Cuauthémoc, en Colima.
Mientras el gobernador Alfaro Ramírez, la inoperante Lazo Corvera y el presidente municipal Gerardo Quirino Velázquez, guardaban reprobable silencio ante el asesinato de una joven jalisciense de 35 años y su pequeña hija de apenas un año, una familia en Tlajomulco no descansaba de llorar la muerte de su hija y vivía momentos de angustia porque el cadáver de su nieta era retenido en el vecino estado de Colima.
Ante al sufrimiento de una familia de Tlajomulco por la manera en que perdieron a su hija y a su nieta, ¿qué hicieron las autoridades estatales para ayudarla durante esos ocho días de incertidumbre, primero, y sufrimiento, después, que vivieron durante ocho días, del primero de noviembre cuando ya no tuvieron contacto con su hija y el sábado nueve cuando encontraron su cuerpo y el de la pequeña sin vida? Nada. Absolutamente nada. Ni una palabra les mereció el brutal asesinato de una madre y su hija, vecinos de Tlajomulco, que hoy los emecistas promueven como el “motor económico de Jalisco”.
Para el gobernador Alfaro el asesinato de una jalisciense no le mereció ni una palabra. Para Paola Lazo, la desaparición de una joven jalisciense y su pequeña hija, y el posterior asesinato de ambas y la retención de la pequeña, no le mereció trasladarse al vecino estado de Colima para saber las razones de dicha retención y apoyar a los deudos a recuperar pronto el cuerpo de la menor. ¿Por qué habría de hacerlo ahora en el ocaso del gobierno alfarista, si durante todos los años que estuvo al frente de la Secretaría de Igualdad Sustantiva lo único que hizo fue cobrar puntualmente su salario, marchar en apoyo del aborto y jamás levantar la voz en defensa de las mujeres?
Ante este lamentable hecho que trascendió no sólo las fronteras de Jalisco y Colima sino del país, ¿dónde estuvo la voz del gobernador electo, Jesús Pablo Lemus Navarro, más allá de reclamar ser recibido por la presidente de México? ¿Por qué no levantó la voz exigiendo ayuda para esa familia que sufre la pérdida de una hija y de una nieta y sobrina?
¿Dónde y cuándo se escuchó la voz de esas diputadas que se vanaglorian frívolamente en redes sociales, en X o en Tik Tok, de defender o velar por el derecho de las mujeres, ante este descarnado hecho de dos inocentes mujeres jaliscienses? ¿Cuándo exigieron una inmediata actuación del gobierno que las hizo legisladoras?
Como fue el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno de Enrique Alfaro Ramírez fue majaderamente insensible al dolor de cientos de familias jaliscienses que perdieron a uno o varios seres queridos, ya sea como víctimas de la desaparición forzada o de asesinatos que ocurrieron hasta en las mismas puertas de Casa Jalisco.
Hincarse, persignarse y simular limpiarse falsas lágrimas para recibir el aplauso y los vítores de sus súbditos y demás sumisos simpatizantes, jamás reconfortará a las cientos o miles de familias que padecieron la indolencia de un gobierno que apostó por la frivolidad, el show, el espectáculo, el maquillaje de las cifras y la exhibición a través de las redes sociales.
Y así como empezó, así terminará.