Foto: @MovCiudadanoMX
Después de las elecciones del 2018, tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador que lo llevó a obtener la presidencia de la República -en el tercer intento-, la oposición en México tuvo seis años para prepararse y enfrentar a lo que años atrás advirtieron que era un “peligro para México”. Sin embargo, no lo hicieron o lo que hicieron fue insuficiente para detener a la “marea guinda” que arrasó en las elecciones de junio pasado. Reitero: Esa posición fue incapaz de preparar a quien debió ser su candidato presidencial y tuvieron que improvisar con quien fue a tocar la puerta de Palacio Nacional exigiendo un derecho de réplica.
Hoy esa oposición observa con frustración cómo la maquinaria morenista en las Cámaras de Diputados y Senadores imponen “su ley” aprobando una reforma al Poder Judicial y hace intentos infructuosos no por impedirlo, porque sabe que no puede hacerlo, pero sí por tratar de que su derrota sea lo más “decorosa” posibles si puede llamársele “decorosa”. Vamos, pretende “morir” intentando defenderse.
Pero esa oposición no sólo llego derrotada al Congreso de la Unión, sino que ante la falta de una selección a conciencia de quienes fueron sus candidatos y candidatas, ahora hasta le “aporta” a la mayoría morenista los legisladores que necesitan para lograr las mayorías calificadas que necesitan, como es en el caso del Senado en donde sólo necesitan de un “Judas” más para obtenerla. En la Cámara de Diputados, esa mayoría “guinda” se encargó de operar para otorgársela así misma, mediante una sobrerrepresentación, con la venia de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
La oposición blanquiazul, tricolor o naranja podrá subir a la tribuna y despotricar todo lo que quiera en contra de esa mayoría aplastante que está decidida a consolidar el cambio de régimen que comenzó con el gobierno obradorista y que continuará con Claudia Sheinbaum a la cabeza. Todo parece indicar que nadie ni nada logrará que la Cuarta Transformación modifique su rumbo y lleguen a la construcción de lo que ellos mismos denominan “el segundo piso”. Esa es la realidad, no hay que engañarnos.
En los comicios intermedios del 2021, esa oposición logró ponerse de acuerdo y tres partidos integrantes de ella -PAN, PRI y PRD- se aliaron electoralmente y mostraron de lo que podían ser capaz al evitar que la 4T lograra la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Pero los tres años siguientes sólo se dedicó a “pelear” con López Obrador, a estar atenta a las “mañaneras” para reaccionar y responderle sin sentido alguno en los medios de comunicación o en redes sociales, y se le olvidó prepararse para la “madre de todas las guerras”. la elección presidencial de este año.
Cuando el tiempo ya había transcurrido con rapidez, esa oposición recordó que debería de ser una oposición en los hechos y no sólo mediáticamente, y fue cuando entraron a un laboratorio para fortalecer esa alianza a la que se negó integrarse Movimiento Ciudadano, que extrañamente prefirió jugar solo con los desastrosos resultados ya conocidos.
Hoy vemos a esa oposición, que durante seis años se “durmió en sus laureles”, tratar de cambiar al país en las 17 horas o más que dura una sesión ininterrumpida en la Cámara de Diputados o en las horas que vaya a durar la sesión en la Cámara de Senadores cuando se discuta -y seguramente se apruebe- la reforma al Poder Judicial. O en los tiempos que les otorgan los medios de comunicación electrónicos en sus programas de discusión y análisis. O desahogándose en las redes sociales lanzando calificativos a esa mayoría que saben que difícilmente derrotarán o en los espacios que les ofrezcan los diarios del país para que suelten sus penas.
¿Qué va a suceder con esta oposición que perdió el tiempo en estos seis valiosos años? Imposible saberlo y mucho menos pronosticarlo, porque lamentablemente no se puede descartar que varios o no pocos de quienes hoy la integran, decidan desertar de sus filas y sumarse a esa mayoría que no se tocará el corazón para “hurtárselos” ante su debilidad en principios y convicciones.
Seria bueno que al mismo tiempo que dan la batalla para impedir reformas constitucionales con las que no están de acuerdo y son dañinas para el país, hagan el trabajo necesario para fortalecer sus estructuras partidistas y tener dirigencias con la inteligencia para llevar a su militancia a ser una verdadera oposición que logre ganarse la confianza ciudadana en el 2027. No puede haber más “alitos”, “markos” o “dantes” que sólo vean por sus intereses personales y de grupo.
De no ser así, entonces que “Dios nos agarre confesados”…