Por Julio César Hernández
 
La realidad del PRD a nivel nacional se refleja, en su nivel, en el PRD Jalisco. Paradójicamente las corrientes enfrentadas se denominan “Nueva Izquierda” e “Izquierda Unida”, sin que ambos nombres se refleje en los hechos, pues ni un grupo refleja a una nueva izquierda ni el otro es la izquierda unida.
 
Sin embargo, los perredistas jaliscienses están muy bien ubicados. Por un lado, está el Grupo Universidad que está sumada a Nueva Izquierda que encabeza Jesús Ortega, en tanto que, por el otro, aparecen los lópezobradoristas de Izquierda Unida que tienen como cabeza a Alejandro Encinas, aunque responden a los mandamientos de Andrés Manuel López Obrador.
 
Y desde esa perspectiva es que el diputado Enrique Alfaro Ramírez, integrante de Izquierda Unida, se ha convertido en el principal crítico de sus adversarios internos. Y tiene para todos.
 
A su compañero de bancada en el Congreso del Estado, Samuel Romero Valle, del Grupo universidad y, por ende, de Nueva Izquierda, le reprocha su viaje a Rusia y exije que explique a qué fue, pues no obstante haberlo hecho, supuestamente, para cumplir tareas legislativas, Alfaro dice desconocer las razones de su criticado viaje.
 
Pero no sólo eso. También arremete contra el virtual nuevo presidente del PRD en Jalisco, Raúl Vargas López, al decirle que miente cuando asegura que ganó dos a uno a su rival Marco Jasso, del mismo grupo que Alfaro, quien inclusive le dice que “deje de ser el Varguitas” de la película la Ley de Herodes para convertirse en el Doctor Vargas.
 
Y si eso no fue suficiente, calificó de “pírrica” la victoria del Grupo Universidad y festina que, ahora sí, tenga un contrapeso al interior, pues los números obtenidos le permitirá a la corriente “Izquierda Unida” quedarse con la secretaría general del Comité Estatal, seis de las 13 secretarías, 40 consejeros estatales y alrededor de 200 congresistas.
 
El enfrentamiento entre el Grupo Universidad e Izquierda Unida, con Enrique Alfaro como su principal vocero, refleja, pues, a nivel estatal, el encono en el que viven los integrantes de un mismo partido, el de la Revolución Democrática, que con su proceso electoral interno sabe lo amargo que es “una sopa de su propio chocolate”.