A pocos días de que Andrés Manuel López Obrador asuma la presidencia de la República, y a sabiendas de que será hasta agosto del año próximo cuando se eche a andar la maquinaria para la conformación del partido Morena en Jalisco, y en todo el país, hay morenistas que consideran necesario levantar la voz, dicen, por el bien de su partido y del proyecto lópezobradorista.
Quizás como en ningún otro estado, la historia de Morena en Jalisco es de tropiezos, excesos, trampas y fracasos, pese al resultado obtenido en los pasados comicios cuando su candidato a la gubernatura quedó en segundo lugar, pero cayendo a la tercera posición en el Congreso del Estado al perder en la mesa a dos diputados.
Se culpó de los excesos al ex delegado Jaime Bonilla Valdez –enviado luego a Baja California con la misma responsabilidad-, quien dicen generó un ambiente hostil para la dirigencia local de Morena, en ese entonces comandada por el hoy finado Humberto Ortiz. Ahora en Baja California –cuentan- culpan a Bonilla de dividir a los morenistas bajacalifornianos como en 2015 lo hizo aquí en Jalisco.
Se recuerda que en octubre de aquel año, 2015, la Comisión Nacional de Equidad y Justicia del partido frenó el proceso de renovación de dirigencia al detectar un vertiginoso aumento en el padrón de militantes al pasar de 35 mil a 43 mil en tan sólo dos meses, presuntamente a favor de Salvador Cosío Gaona, quien le disputada la dirigencia a Gerónimo Velasco.
Como consecuencia de este conflicto que suspendió la renovación de la dirigencia estatal, Jalisco quedó fuera –no tuvo representación- de la asamblea nacional celebrada el 20 de noviembre de 2015 cuando se eligió a la actual dirigencia nacional de Morena. Asimismo, su participación en el proceso electoral fue bastante pobre, pues con una membresía sumamente joven y con poca experiencia, ni el registro como partido político obtuvieron.
Como responsables de éstas pugnas, en aquel entonces se señaló al ex vocero Héctor García; al representante ante el IEPC, Jaime Hernández Ortiz; al perredista Gabriel Méndez; y al ex secretario de Finanzas, Carlos Gómez.
Entonces se decidió designar una dirigencia provisional encabezada por el senador Carlos Merino, además de la diputada federal Ernestina Godoy y del asambleísta José Suárez del Real. En sustitución de Jaime Bonilla se nombró a Alejandro Peña Villa, en calidad de comisionado nacional de Morena para Jalisco. Pero resulta que, a decir de los propios morenistas, nada o poco cambió la situación al interior del partido, pues los conflictos internos han tenido altos costos para la militancia y simpatizantes. “Se repitió la pesadilla de los tiempos de Bonilla”, denuncian algunos militantes.
Por ejemplo, cuentan que previo a los comicios pasados de julio, Peña Villa convenció a la dirigencia nacional para que se nombraran 19 enlaces –uno por cada distrito- pagados y una estructura de coordinadores regionales y un coordinador por cada 10 secciones, que terminaron siendo ficticios y que provocó el despilfarro de los muy escasos recursos del partido.
Revelan que se quiso demostrar que en Jalisco había una estructura fuerte cuando la realidad es que no existía ni la mínima expresión de lo que debería existir en la antesala de los comicios de este año.
Militantes morenistas señalan que Alejandro Peña nunca fue ni ha sido sincero con la dirigencia nacional, pues nunca presentó a quienes fueron los enlaces distritales ni los coordinadores regionales, y aseguran que todo eso se manejó como un “secreto de ultratumba”, motivo por el que consideran que sólo se tuvo el 10 por ciento de la estructura que debió de haberse integrado si se hubiese invertido adecuadamente el tiempo y los recursos que les confió la dirigencia nacional.
Señalan que el propósito de Peña Villa fue imponer como candidatos “únicos” a sus enlaces distritales y a sus incondicionales a quienes presentó como propuestas únicas en los diferentes espacios, pero aseguran que lo de “únicos” fue falso y la manera como el comisionado frenó a los verdaderos militantes morenistas que tenían capacidad política y de movilización, pero que no eran sus incondicionales.
Incluso, aseguran que entonces no dejó operar a personajes como el ex candidato a la gubernatura, Carlos Lomelí Bolaños, nombrado coordinador de Organización por el propio López Obrador, a quien le limitó su margen de acción. O a la entonces vocera Cecilia Márquez, quien renunció y posteriormente se reintegró pero con Morena a nivel nacional y recientemente con el equipo de AMLO. (Continuará).