“Los empresarios publicaron un desplegado para expresar su desacuerdo con él, y el pleito fue inevitable porque éstos fueron acusados de servir a intereses antipatrióticos; eso pasó hace 41 años, cuando el presidente era Luis Echeverría”.
Este apunte del pasado que nos lo recuerda el presente, es el texto que la Revista Etcétera nos compartió ayer en su cuenta de Twitter.
Aquel hecho del echeverriato se repite hoy nuevamente entre las cúpulas empresariales del país y quien aspira a ser presidente de la República con un corte muy similar a quien nos gobernó en el sexenio 1970-1976; Andrés Manuel López Obrador. Aquel fue un enfrentamiento entre el empresariado y quien ya gobernaba México; hoy lo es entre los hombres de empresa y quien muchos consideran que será el próximo gobernante del país.
Los diferendos entre López Obrador y los empresarios no son nuevos, aún y cuando el tabasqueño de vez en vez les lanza “guiños” de “amor y paz”.
Las cúpulas del sector privado nunca han comulgado con Andrés Manuel y ha quedado en el imaginario colectivo que nunca veremos una alianza entre aquellos y el segundo, no obstante que hoy no pocos empresarios se han declarado lópezobradoristas o le han manifestado su apoyo para llevarlo, en su tercer intento, al poder. Eso, entre otros factores, parece que envalentona más al candidato y dueño del partido Morena y le anima a calificar al empresariado que osó mandarle un mensaje a través de un desplegado periodístico como una “minoría rapaz”.
Y luego dijo de ellos: “No quieren dejar de robar y no quieren dejar el privilegio de mandar porque no sólo es hacer negocios al amparo del poder público, sino es que se sienten los dueños de México, ellos son responsables de la tragedia del país, ellos están haciendo política…”.
Ayer, en el marco de la asamblea anual de la Coparmex Jalisco, el dirigente nacional del sindicato patronal, Gustavo de Hoyos, le envió otro mensaje a López Obrador. Dijo en su discurso: “No vamos a permitir que bajo ninguna circunstancia tengamos un regreso al autoritarismo, no vamos a permitir lo que ya vimos en 1970 donde se polarizó a la sociedad, no vamos a permitir ni podemos aceptar de ninguna manera ese maniqueísmo que quiere dividir a la sociedad mexicana entre ricos y pobres, entre empresarios y trabajadores, entre güeros y morenos…”.
Animado por la amplia ventaja que sostiene en las diversas encuestas sobre sus demás adversarios, López Obrador no duda en enfrentarse a todo aquel que no está de acuerdo con él o con su programa de gobierno, con sus posturas y con sus propuestas de campaña. Nada lo detiene para descalificar a todo aquel que disiente de él y lo acusa de inmediato de ser “títere” de “la mafia del poder”.
¿Hasta dónde está decidido a llegar AMLO en sus enfretamientos con todos aquellos que no coinciden con él? ¿A qué se atiene para descalificar y ofender a sus adversarios hoy candidato y cómo pretende limar asperezas en caso de llegar al poder? ¿Le conviene al país un gobernante que como candidato hace todo lo que no debe de hacerse para no perder una elección? ¿Deveras López Obrador quiere ganar las elecciones? ¿Sus decisiones y declaraciones no son, muy en lo personal, asumidas como lo ha hecho porque simplemente quiere perder los votos que podrían llevarlo a la presidencia de la República?
Es cierto, el poder es el poder, y desde ahí quien lo asume es capaz de hacer lo que quiere bajo el argumento de que actúa a nombre del pueblo y que es el pueblo quien le dicta lo que debe de hacer.
Hoy la pregunta con la que amanecemos es: ¿Y ahora con quién se peleó o se peleará López Obrador, a quien muchos seguimos considerando que es un peligro para México?