Si alguien fue el gran perdedor del tercer y último “debate” -así fue llamado- entre los candidatos a la presidencia de la República fue Andrés Manuel López Obrador, candidato de Morena, pues además de la ignorancia que demostró en varios puntos claves de los temas que se abordaron ayer, dejando mucho qué desear en caso de ganar las elecciones, fue colocado contra las cuerdas -prácticamente con un nocaut- por Ricardo Anaya, primero, y José Antonio Meade, después:
1. Cuando Anaya lo retó a negar que entregó, cuando gobernaba el Distrito Federal, obras por 170 millones de pesos de manera directa al ingeniero Rioboó, quien le habría metido en la cabeza que el nuevo aeropuerto no debía de ser construido donde se efectuará -de ahí su oposición-, luego de que el profesionista perdió una licitación precisamente para la nueva central aérea. Incluso, Ricardo también lo retó a que si le demostraba esa adjudicación millonaria renunciaríoa a la candidatura, lo que no quiso aceptar el tabasqueño.
2. Cuando José Antonio Meade le dijo que para saber del caso Odebrecht habría que preguntarle a él y a Javier Jiménez Espriú, director general del Grupo Idesa, involucrado en el caso, y a quien López Obrador anunció que lo nombraría como su secretario de Comunicaciones y Transportes.
A la acusación de Anaya, López Obrador no quiso aceptar el reto y rechazó renunciar a su candidatura si el panista le demostraba que era cierto lo que decía, mientras que al señalamiento de Meade Andrés Manuel guardó un sepulcral silencio.
Seguramente tampoco le ganó simpatizantes cuando de manera categórica afirmó que cancelaría la reforma educativa sin poder hilvanar ni argumentar con fundamento las razones de dicha decisión, como perdió quizás muchos seguidores ante su advertencia de que desaparecería el Seguro Popular.
Después de éste debate, cuando creí que no sería posible, si pueden modificarse la tendencia del voto de aquí al primero de julio, pues nada bien le fue al puntero en las preferencias según todas las encuestas habidas y por haber.
En cambio, quien vino de menos -en el primer debate- a más -en este tercero-, fue José Antonio Meade Kuribreña, quien refrendó ser el más preparado, el que mejor conocimiento tiene de cómo enfrentar y resolver los problemas del país y que demostró serenidad y confianza, no obstante estar en el tercer lugar en las encuestas. Sus propuestas y la forma clara que respondió a los cuestionamientos de sus entrevistadores, lo colocan no como el ganador -considero que en estos eventos no hay ganador- sino
Sin duda que este debate también puede proyectarlo a una mayor competencia frente al puntero.
Ricardo Anaya, además de refrendar su calidad de excelente polemista, mejor orador y tener conocimiento de los problemas del país, hizo propuestas interesantes aunque en la mayoría de ellos no ofreció los “cómos”. Su mejor momento de la noche lo tuvo cuando acorraló a López Obrador con lo del ingeniero Rioboó y luego cuando tuvo otra discusión con Amlo sobre el número de veces que se reunieron con Peña Nieto, pero mal se vio al mandar al diablo los temas que inicialmente le plantearon los entrevistadores -¿moderadores de qué?- para victimizarse y hablar, primero, de que el gobierno federal lo ataca -sin negar los señalamientos en su contra- y, posteriormente, para denunciar un pacto entre López Obrador y el gobierno federal o el presidente Peña Nieto.
Y, finalmente, Jaime Rodríguez “El Bronco”, a diferencia de los dos debates anteriores, hoy tuvo mejores propuestas y planteamientos, pero que lamentablemente se vieron opacados por esa obsesión que tiene por convertirse en el “bufón” de la noche, lo que si bien algunas actitudes o dichos son parte de su personalidad, lo hacen perder seriedad y se convierte todo él en puro “chacoteó”.
Así, pues, concluyó éste que fue el tercer y último mal llamado “debate” que terminó por ser una vez más una amplia entrevista entre tres periodistas y cuatro candidatos presidenciales, pero que a mi parecer fue el mejor de todos.
Ahora sólo resta esperar el fin de las campañas, el paréntesis que se abre de tres días, y la llegada y desarrollo de la jornada electoral, aunque de aquí para entonces, muchas cosas pueden pasar, tanto que podría modificar el rumbo y la posición que hoy guardan los candidatos.
Al tiempo.