(Columna Entre Semana publicada hoy 17-10-19 en El Diario NTR Guadalajara)

Al arribo de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de la República, el entonces eterno dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Carlos Jonguitud Barrios, aceptó irse por la buena y entregar la secretaría general que quedó en manos de Elba Esther Gordillo. En cambio, su homólogo del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), Joaquín Hernández Galicia, alías “La Quina”, osó enfrentarse desde la campaña a quien llegó a la presidencia de la República y apoyar a su principal adversario, Cuauthémoc Cárdenas. El destino de “La Quina” fue la cárcel por varios años durante el sexenio salinista.

Con Felipe Calderón Hinojosa en Los Pinos, el dirigente sindical que estuvo en la mira del gobierno federal fue el hoy senador Napoleón Gómez Urrutia, entonces secretario general del sindicato minero, quien logró poner “pies de por medio” y fue a refugiarse a Canadá hasta que en acuerdo con el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, fue postulado candidato al Senado en ausencia y obtuvo la victoria. Hoy despacha como legislador y es el hombre poderoso de los mineros.

A Elba Esther Gordillo Morales le llegó su hora, después de imponer su imperio por varios años al frente del SNTE, al enfrentarse al recién llegado presidente Enrique Peña Nieto, y su destino fue el mismo que el del dirigente petrolero, Hernández Galicia: la cárcel por varios años. Al igual que Gómez Urrutia, fue de las beneficiadas del lópezobradorismo y hoy se encuentra en libertad, en busca de regresar por sus fueros y volver a manejar el sindicato magisterial.

Ahora, en el aún joven gobierno de la cuarta transformación y siguiendo lo que parece ya se convirtió en una “tradición”, cayó otro eterno dirigente sindical: Carlos Romero Deschamps al frente del sindicato petrolero.

Además de coincidir en que todos estos dirigentes y líderes sindicales se eternizaron al frente de su respectivo sindicato, todos ellos compartieron la misma característica: se enriquecieron a costa de los trabajadores que supuestamente representaban y a los que estaban obligados a defender. Todos fueron o son millonarios, viven como verdaderos reyes y quizás varios de ellos superen en riqueza a muchos empresarios del sector al que aquellos pertenecen. Son ricos, muy ricos, perfil que contrasta con la realidad que han vivido los obreros a los que ellos dicen representar.

Hernández Galicia, “La Quina”, ex dirigente petrolero, decidió enfrentar al presidente de la República creyendo tener la fuerza desde el sindicato para hacerlo. Y así le fue. Romero Deschamps no tuvo esa osadía y en medio de dos denuncias en su contra por enriquecimiento ilícito, decidió renunciar al cargo bajo el argumento de que “hoy por razones poco claras, no observamos la cooperación que debe de existir entre trabajadores y administración”, y que “ante un escenario poco favorable (…) he decidido presentar (…) mi renuncia al cargo de secretario general del Comité Ejecutivo General del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana”, dice en un texto dirigido a los trabajadores.

Al igual que en su momento Jonguitud Barrios, Hernández Galicia y Gordillo Morales, nadie salió en defensa de Romero Deschamps. Ni los trabajadores de su sindicato, ni otros líderes sindicales, nadie de su partido el PRI y mucho menos nadie del gobierno ha dado la cara en su favor. Quienes ayer le aplaudían y lo acompañaban orgullosos de estar al lado del poderoso dirigente sindical, hoy lo dejan “morir” solo.

Nadie puede lamentar la caída de Romero Deschamps. Lo malo es que, como le sucedió a los demás dirigentes, su caída fue porque le es incómodo al gobierno, aunque quizás ahora el escenario cambie si hay voluntad del gobierno y lo castiga.