Cada vez que un militante denuncia o se queja de que al interior del PRI no hay democracia, que existe la imposición y que todo es mera simulación -cuando él no es el beneficiado, por supuesto-, la primer pregunta obligada es: ¿Pues en qué partido cree que milita o militaba, si es que su queja va acompañada de su renuncia como mlitante?

Este es el caso -como el de muchos otros priistas y expriiistas en las mismas condiciones-, del doctor José Narro Robles, quien ayer de manera sorpresiva declinó a su aspiración a ser candidato a la presidencia nacional del PRI y renunció a seguir militando en él, bajo el argumento de que la cúpula del partido tiene un candidato favorito, que el proceso de elección es una simulación y una comedia de la que él no será parte y que el proceso de elección está viciado de origen.

Tras 46 años de militancia que confesó tener en el PRI, Narro Robles denuncia hoy no sólo lo que para algunos aún es un secreto a voces sino lo que para muchos es una realidad y tradición en la larga vida del Revolucionario Institucional, ya sea al momento de elegir a sus dirigentes en cualquier de los tres niveles -municipal, estatal o nacional- o sus candidatos a un cargo de elección popular.

Por eso pregunto: ¿Acaso el doctor Narro, a lo largo de ese casi medio siglo de militancia, nunca se enteró de que las cúpulas de su partido siempre tienen un candidato favorito al que terminan por imponer aún en procesos disfrazados de democráticos? ¿Acaso a lo largo de esas cuatro décadas y media de pertenecer al PRI, nunca se enteró que sus procesos de elección de dirigentes o candidatos son una simulación o una comedia? ¿Por qué terminó por declinar a favor de José Antonio Meade en noviembre del 2017 como candidato del PRI a la presidencia de la República, cargo al que también él aspiraba? ¿Declinó por iniciativa propia o porque esa fue la “línea” que recibió directamente de Los Pinos o a través de la dirigencia priista?

Incluso, su aspiración a la candidatura presidencial, ¿fue una decisión personal o a petición de parte? Su participación en la carrera presidencial dentro del PRI en 2017, ¿no fue una simulación o deveras creyó que se llevaría a cabo una elección de candidato como debe de ser, cuando en esa ocasión la asamblea nacional de su partido, en la que él participó activamente, tenía dedicatoria directa para quien desde Los Pinos se determinó que sería el candidato, Meade Kuribreña? ¿Nunca, en sus 46 años de militancia, se enteró que en el PRI siempre los procesos de elección de candidatos o dirigentes, están viciados de origen? ¿Pues en qué PRI militó el doctor José Narro? ¿Dónde estuvo esos 46 años como militante del PRI que nunca se enteró de que lo que ahora denuncia era práctica común en su partido?

¿O el doctor José Narro Robles fue engañado por quienes presuntamente le hicieron creer que el PRI llevaría a cabo, ahora sí, una elección democrática y limpia de su nuevo dirigente nacional? La verdad no lo creemos así de inocente…

No le falta razón en las denuncias que hizo a través de dos videos, uno el jueves 13 de pasado y el otro ayer, porque eso ya era por todos sabido, pero el error del doctor Narro no fue haber creído que participaría en un proceso limpio -si es que se lo creyó-, sino haberse prestado a participar en una elección que de antemano sabía -y muchos lo sabíamos- no le era favorable.

Para su fortuna, su paso por la rectoría de la UNAM en dos ocasiones y por la Secretaría de Salud le permiten mantener aún esa buena imagen que tienen de él la mayoría de los mexicanos y que le reconocen ampliamente, amén de su calidad y prestigio académico.

Lo mejor para el doctor Narro es que se olvide, y procure borrar de su vida pública, su intento infructuoso por pretender hacer política partidista, porque el balance le es muy, pero muy desfavorable.