No han sido pocos los que han juzgado su actuación como presidenta de México antes de que asuma y tome decisiones como tal. Muchos ya la condenaron a ser una simple “marioneta” de quien ayer dejó de ser presidente y hoy le entregará la banda presidencial. Algunos más ya concluyeron que será igual o peor que su antecesor. Otros ya pronosticaron que a México regresará el “maximato” callista, versión 4T; y varios más aseguraron que el país tendrá un gobierno totalitario y dictatorial.

Los anteriores, son los escenarios que el imaginario popular, particularmente los adversarios de la Cuarta Transformación, ya dibujaron lo que será Claudia Sheinbaum Pardo, quien en el primer minuto de hoy tomó las riendas del gobierno federal y más tarde se cumplirá con el protocolo de rendir protesta ante los integrantes del Congreso de la Unión -diputados y senadores-, con el testimonio de los invitados especiales, y recibir de manos de la presidenta del Poder Legislativo, Ifigenia Martínez, la banda presidencial que le pasará el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador.

Si bien lo mencionado en el primer párrafo fue la narrativa que antecede al momento en que comenzará a gobernar Sheinbaum Pardo, la primera pregunta que surgirá después de que rinda protesta es cuál será su estilo de gobernar, como referimos en una entrega anterior, aludiendo a la obra de don Daniel Cosío Villegas.

¿Cómo gobernará Claudia Sheinbaum? se preguntan propios y extraños, sin poder evadir el hacer un comparativo con lo que fue el estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador.

Lo más prudente es que dejemos correr sus días de gobierno para saber o interpretar cuál será su estilo de gobernar. Sin embargo, antes de exclamar el obligado “¡Sí, protesto…!”, ya envió una primera señal que no es menor y sí tendrá un gran significado de lo que podemos esperar de ella: Acordó con la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, realizar una gira mañana miércoles por el puerto de Acapulco, principalmente, para conocer y evaluar los daños que ha dejado por su paso el huracán “John”, gesto que no tuvo López Obrador ni con esta ni con ninguna otra desgracia natural en todo el país, so pretexto de “cuidar la investidura presidencial”.

Quizás no sea una decisión y acción que deba de aplaudírsele, pues finalmente es lo que todos esperamos que haga un gobierno responsable y sensible a la tragedia de sus gobernados. Pero frente a la actitud que asumió Andrés Manuel durante su gobierno, sí marca una diferencia.

A partir de hoy, Claudia Sheinbaum comienza a gobernar acompañada de un equipo de colaboradores que recibió el aval de los mexicanos, y lo menos que se espera es que gobierne acorde con el apoyo y la confianza que le dieron los 36 millones de votos, pero también para aquellos millones de mexicanos que votaron a favor de las otras opciones que aparecieron en la boleta electoral.

Así, pues, lo menos que puede dársele a Claudia Sheinbaum es el beneficio de la duda, pero nadie puede ni debe escatimarle el apoyo necesario, desde los espacios propios, para que las cosas salgan bien, para que tome las mejores decisiones y las acciones en consecuencia. En función de los aciertos o desaciertos, podrá mantener o perder ese apoyo y confianza de la ciudadanía.

No puede deseársele el mal ni el fracaso a a ningún gobernante, porque quienes terminaremos perdiendo con las consecuencias que ello traiga, seremos todos, todos los mexicanos, sin importar su filiación o simpatía pertidista.

Preparémonos, entonces, para emprender un nuevo camino para el país.