Por Julio César Hernández
Hace algunos días el presidente de la Cámara de la Industria del Calzado, Carlos Raúl Martínez Barba, se pronunció porque prácticamente “a la voz de ya” se pusiera de “patitas en la calle” al subprocurador de Apoyo contra los Delitos Federales, Ramón González González, por falta de resultados.
Ayer el dirigente del calzado y el Subprocurador se sentaron a platicar y ahí Martínez Barba se enteró que esta Subprocuraduría era de “papel”, que prácticamente no existía y que a lo que se le denominaba pomposamente “Subprocuraduría de Apoyo contra los Delitos Federales no era sino un amigo del Gobernador y 15 personas más.
¿Qué que hacen? Pues seguramente se dedican a atrapar moscas, porque resulta que estas 16 personas que –al menos eso esperamos- están cobrando quincenalmente un sueldo que no ha de ser miserable, no pueden mover ni un dedo para cumplir con la obligación por la que se les está pagando.
Martínez Barba reveló que González González le confesó la lamentable y triste realidad que lo ha envuelto desde que asumió el cargo.
Y esta es esa triste realidad:
– No se ha firmado convenio alguno con las autoridades federales para que le transfieran sus atribuciones, pese a que se informó que dicho convenio ya se trabajaba desde noviembre del 2007.
– No tiene ni un mísero peso para poder operar, pues no obstante que se le asignó un presupuesto de 30 millones de pesos al año, es fecha de que no le han entregado nada.
-Y resulta que, no contentos con lo anterior, les “tomaron el pelo” en los cursos de capacitación, pues el primer día asistieron 45 personas y luego fueron menos, hasta que el día de la clausura solamente hicieron acto de presencia 15, que son los que realmente trabajan… bueno, cobran en la Subprocuraduría.
De los otros diez, Ramón González no sabe quiénes eran ni quién los llevó.
Ante esta triste realidad que enfrenta Ramón González nos preguntamos: ¿Por qué mejor no renuncia ante la falta de apoyo para actuar y deja de ser representante de un simple membrete?
O seguramente no quiere vivir en el error y por eso se aferra al presupuesto. Adivine.