Julio César Hernández
Como cada tres años se renueva parte de la denominada “casta divina” de la política en la Cámara de Diputados, de la que forman parte 25 jaliscienses del PAN, PRI y PT.
“Casta divina” que a lo largo de mil 155 días goza de privilegios que muchos de los que hoy forman parte de ella quizás jamás pensaron que tendrían, aunque tres años después regresen a la cruda realidad de vivir al día o de ya no poder sostener un ritmo de vida al que se malacostumbraron.
O algunos más que años atrás saborearon y vivieron ya la experiencia de lo que es tener enormes -¿millonarias acaso al final de los 36 meses?- ganancias con el mínimo esfuerzo.
Y otros más, quizás los menos, que además de todos los privilegios de los que gozan sus similares tienen la fortuna de pertenecer, dentro de esta “casta divina” a la inalcanzable burbuja legislativa que decide el rumbo del país y el destino de millones de mexicanos, muchas veces en coincidencia o no con el titular del Ejecutivo, pues finalmente son los que marcan el ritmo del gasto público, por ejemplo.
Mañana sábado los nuevos integrantes de esta “casta divina” de la clase política mexicana rendirán protesta nada menos que en el recinto de San Lázaro, territorio de una y mil batallas políticas, y será el martes, primer día de septiembre, cuando tomen posesión de sus curules y comiencen a disfrutar de una nueva vida a la que buscarán sacarle el mejor provecho, porque muchos de ellos saben que una oportunidad como ésta jamás la vuelvan a tener en su vida.
Y es que no es para menos tener todo un catálogo de privilegios que ellos mismos deciden para sí, sin importarles que el grueso de los mexicanos enfrente una severa crisis económica. Para ellos este mundo, este valle de lágrimas, no existe, aunque saben que algún día, para su desgracia, volverán a él.
Y es así que sus tres años en el Poder Legislativo quizás sean insuficientes para disfrutar de una dieta de 77 mil 745 pesos mensuales, aunque de esta cantidad les sea retenido hasta un 12% para destinarlo al fondo de ahorro, que al final se duplicará por obra y gracia de sus antecesores que aprobaron que las arcas públicas les retribuyan -¡aun más!- con una cantidad similar a la ahorrada.
Pero tendrán a su disposición, también cada mes, libres de polvo y paja y sin obligación de rendir cuentas, 28 mil 772 pesos para “atención ciudadana” o lo que aquí se conoce como “casas de enlace”, más 45 mil 786 pesos de asistencia legislativa, entiéndase la contratación de asesores extras a los que la propia Cámara pone a su disposición.
¿Y qué decir del seguro de gastos médicos mayores, con una cobertura de mil 500 salarios mínimos generales que se extienden al cónyuge, a los padres y a los hijos? ¿O al privilegio de transitar kilómetros de carreteras federales sin el engorroso alto en las casetas federales para pagar el derecho de tránsito, cuando cuentan con tarjetas IAVE que les abren el camino con un sencillo movimiento de pasarla por el lector electrónico?
¡Ah! y quienes se “sacrifican” y van a la contaminada capital del país a cumplir con su responsabilidad de representarnos cuentan con cupones que canjean por boletos de avión por un monto de 52 mil pesos al mes que al final de la Legislatura se les reintegran en efectivo si no hicieron uso de ellos. ¡Faltaba más!
Y como tienen que rendirle cuentas a sus electores, cada diputado recibirá al año 60 mil pesos para que organice una ceremonia de informe de actividades, aunque el gasto sea apenas de 10 mil pesos. Pero también tienen 200 mil pesos anuales para viáticos y 31 mil pesos en vales de despensa.
Respetuosos de las leyes laborales, se retribuyen 131 mil pesos de aguinaldo. Y dado que arriesgan su vida por servir a sus representados que muchos de ellos ni siquiera los conocen, cuentan con un seguro de vida con tres cantidades diferentes según las modalidades: 5 millones 159 mil 600 pesos si es muerte natural; 10 millones 319 mil 200 pesos si es muerte accidenteal; y 15 millones 478 mil 800 pesos sin es muerte colectiva.
28 agosto, 2009
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