Podemos colocar sobre la mesa infinidad de razones, todas las que se nos ocurra y son comunes en estos casos, para explicarnos por qué organizaciones civiles como Parlamento de Colonias, Conciencia Cívica y Vecinos de Rancho Contento decidieron hacerse a un lado y no oponerse más -contradiciéndose así mismos a todo lo que clamaron a los cuatro vientos tiempo atrás- a que la Villa Panamericana sea destinada a su objetivo original: convertirse en vivienda de baja densidad.

Las tres asociaciones firmaron un convenio con los desarrolladores inmobiliarios en el que se comprometieron a a retirar todas las denuncias y demandas de carácter civil, administrativas y penales que hayan interpuesto, en tanto que los primeros también se comprometieron a retirar las suyas en contra de las segundas. O sea, todos amigos y aquí nada sucedió. ¿A cambio de qué o a qué costo? Solo ellos lo saben.

Con lo anterior, todo indica que vuelven a tener vigencia los acuerdos a los que ya habían llegados los empresarios inmobiliarios y el Instituto de Pensiones de Jalisco (Ipejal), para que sea la empresa Green Life la que concrete la transacción, asuma la propiedad de la Villa Panamericana y comience a poner en venta las alrededor de 600 viviendas que se habilitarían ahí.

Ya sin conflictos legales ni ambientales de por medio, las negociaciones deberían de proseguir sin mayores contratiempos pero, sin embargo, si hay un obstáculo que podría frenar el desarrollo de esta zona donde se ubica la Villa Panamericana y que tiene nombre y apellido: Jesús Pablo Lemus Navarro, presidente municipal de Zapopan.

Su ambición política podría ser el motivo por la que seguiría empeñado en negar los permisos de habitabilidad, aún y violentando el estado de Derecho, no obstante que no existen razones legales ni ambientales para no otorgarlos.

Lemus Navarro aspira a continuar con su carrera política y para ello no le importa, como nunca le ha importado, el color del partido que lo adopte, pero para él es importante mantener enarbolando una bandera que le sume simpatías ciudadanas, aún y cuando sea sólo de dientes para fuera.

Ahora en su guerra por impedir que la Villa Panamericana -que él propuso como presidente de la Coparmex se construyera en El Bajío, ahí donde está, y aprobó que luego fueran utilizadas como vivienda- Jesús Pablo Lemus se queda solo, lo dejaron solo quienes en su momento consideró sus aliados, pues ellos ya se arreglaron con los desarrolladores inmobiliarios.

Por eso las preguntas son: ¿Lemus Navarro seguirá empeñado en ser el obstáculo para que la Villa Panamericana continúe como “elefante blanco”, cuando ya no hay razones de peso que impidan tenga un mejor destino? ¿Seguirá anteponiendo su ambición política antes que permitir el desarrollo de una zona en la que él impulsó que se levantara una construcción como la sede de descanso para los competidores de los Juegos Panamericanos del 2011?

¿Será, pues, Jesús Pablo Lemus Navarro el único obstáculo, aun y cuando a final de cuentas será vencido?

Al tiempo…