Jaime Ramírez Yánez

En el campo, la música es un aspecto muy importante en la vida cotidiana, en el mundo del narco lo es más. Incluso en algunas épocas los Grupos de Información de Zona (GIZ) y la Sección Segunda de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), mejor conocida como inteligencia militar, se daban a la tarea de escuchar algunas interpretaciones y tratar de decodificar mensajes ocultos de los capos del narcotráfico.

También monitoreaban estaciones de radio que registraban un alto rating en las zonas rurales, frecuentemente utilizadas —para algunas corrientes de opinión aún lo son— para enviar comunicaciones sobre cargamentos de droga o amenazas de muerte en lenguaje cifrado.

Por eso es que no resulta del todo ilógico que al cantante Valentin Elizalde le hayan dado muerte por interpretar una canción en un palenque de Reynosa, Tamaulipas, zona en la que tienen una alta influencia los grupos afines al cártel del Golfo, como los Zetas.

La historia contada por quienes conocen bien el medio artístico grupero es que un buen día a Valentín Elizalde le hicieron llegar la canción “A mis enemigos”, con una atenta solicitud del Joaquín el Chapo Guzmán Loera para que la estrenara precisamente en ocasión de su presentación por tierra tamulipecas.

Y así lo hizo Valentín, el sábado 25 de noviembre de 2006, en el palenque de la Feria y Exposición de Reynosa. Ahí la cantó una vez por hacer el favor a quien se lo había pedido —sigue la versión—, la entonó con todo el gusto y la pasión de quien sabe que está cumpliendo con el amigo.

Pero también ahí estaba algunos espectadores que escuchaban incomódos las estrofas de la canción:

“Y esto va pa toda la bola de envidiosos, ¡aija! ¿Y de qué se murieron los quemados? Siguen ladrando los perros,/ señal que voy avanzando,/ así lo dice el refrán para aquellos/ que andan hablando/ de la gente que trabaja,/ y que no anda vacilando./ Al que no le vino el saco,/ pídalo a su medida./ Conmigo no andan jugando,/ p´a que se arriesgan la vida,/ traigo una súper patada/ y los traigo ya en la mira”.

Entre el público, dicen, que estaba Fernando Villareal, el Z-40, con algunos de los miembros de su equipo, quienes una vez terminada la canción ni siquiera se movieron.

Valentín, en un acto de soberbia o ingenuidad, les repitió la dosis para cerrar su presentación y cuando terminó se le acercaron algunos individuos para invitarlo a cantar a “una fiesta privada”. El cantante no aceptó. Quizá se dio cuenta de dónde venía la convocatoria.

Cuando salió del palenque, Valentín Elizalde abordó su camioneta y unos segundos después el vehículo recibió 278 impactos de bala procedentes de los cuernos de chivo de quienes, dicen, incómodamente habían escuchado la canción “A mis enemigos”.