Por Hugo Luna 
Declaraciones estridentes, esperanzadoras, prometedoras, interesadas, descalificatorias o de plano intolerantes, pronunciaron durante la última semana de 2010 distintos representantes de la clase política local.
Todas, claro, reproducidas en los medios de comunicación, lo cual se explica por la sequía informativa que caracteriza las dos últimas semanas del año.
Sequía aguda, sólo aliviada en parte por los ajustes de cuentas del narco y accidentes viales.
O sea que el 2011 arranca con más de lo mismo.
Desalentadora la creciente percepción de alejamiento de los diputados locales, alcaldes y ejecutivo estatal de las auténticas preocupaciones de la mayoría de los jaliscienses.
Ocupados en discutir entre ellos, los politicos parecen convencidos de que sólo ellas saben lo que le conviene al estado.
 Porque al final del día son esos más de seis millones de ciudadanos quienes tienen que sobrellevar las consecuencias de los aciertos y desaciertos de legisladores, presidentes municipales y del gobernador. 
Más aún, son esos más de seis millones de ciudadanos los que costean el quehacer de los políticos locales.
Se afirma que en el Congreso del Estado están representados todos los intereses, complejos y a veces contradictorios que conviven en la sociedad jalisciense.
A veces parece que el único interés ausente es el de los que a diario, con su esfuerzo individual y familiar hacen posible que ellos, nuestros representantes, puedan discutir en paz.
Así, a una crisis de liderazgos, Jalisco tiene también una crisis de representatividad.
Y eso es más peligroso que cualquier crisis económica y financiera.
Es una bomba de tiempo.