Alfonso Javier Márquez

El agua esta muy turbia. Yo no metía la mano al fuego por nadie porque estoy seguro que por cualquiera de los dos bandos me quemaría. Por un lado, está Jorge Vizcarra, el desaforado ex alcalde de Tonalá que se dio a la fuga cuando dijo que daría todo el tiempo la cara sobre el crimen de quien dijo era su amigo, compadre y en algún tiempo socio, Carlos Romo Guízar. Pero por el otro, está la siempre sospechosa actitud de la Procuraduría de Justicia de Jalisco que fabrica testigos y parece estar construyendo  este caso en base a criterios más políticos que jurídicos.

Vizcarra, un alcalde que vino desde abajo en un santiamén y sin carrera política; las coyunturas le abrieron paso hacia la presidencia municipal de Tonalá se convirtió en un funcionario público tan rápido que ni el lo esperaba; no había sido nada antes que alcalde sino funcionario de tercero y cuarto nivel en la secretaría de administración del gobierno de Francisco Ramírez Acuña.

Pero Jorge se enfermó de poder. La ausencia de preparación lo llevó a obtener todo lo que anhelaba de la noche a la mañana. Los autos, su principal gusto, le comenzaron a llegar con relativa facilidad: una Hummer, un Cadillac Escalade, un Mercedes Benz… Luego, los viajes, los amigos, la fiesta y las relaciones con los grupos de poder.

Vizcarra desoyó las voces que le dijeron que habría quienes se le acercarían con dinero sucio para comprarlo a él y a su gobierno a cambio de dejarlos trabajar; que habría que mantener distancia de esa gente y negociar en aras de que les permitieran trabajar. En cambio, todo indica que el joven alcalde de Tonalá no solo no mantuvo la distancia sino que se acercó de mas a ellos. Concretamente a dos grupos: los que operaban un red ilegal de maquinitas en el municipio y los que operaban una cadena de narco tienditas, es decir sitios donde se vende droga por el sistema de menudeo.

Hasta allí, parece haber cierta claridad en las acusaciones contra Jorge Vizcarra. Es posible que haya sido corrompido por esas redes delictivas e implicado con ellos. Pero de allí a que haya mandado matar a su amigo, aun faltan muchos elementos para poder probarlo.

En la otra esquina está el procurador Tomás Coronado Olmos. Un hombre muy desacreditado porque desde la corporación investigadora no ha sido capaz de esclarecer un caso de pederastia en el que él mismo estaría involucrado. Lo único que se ha hecho es amenazar a las víctimas y sus familias las que están ilocalizables tras de que la Procuraduría los persiguió a mas no poder para callarlos y evitar la que parecía inminente caída del procurador.

Viena al caso el asunto porque lo de Vizcarra se da en el momento mas álgido del escándalo en la procuraduría y muchos nos quedamos con la sensación de que lo aprovecharon para bajar de la atención el tema del abuso sexual de menores para meter el del crimen en las esferas del poder que suena mas escandaloso. Y luego ya no hubo manera de dar marcha atrás: ya se había golpeado a los testigos, se había obtenido su declaración firmada y el aún alcalde estaba metido en los medios con todo contra el fiscal Olmos Coronado, denunciando irregularidades en la integración, entre la mas grave, que no le permitieron declarar respecto del caso, sin antes liberar la orden de aprehensión.

El caso está muy complicado y es difícil desde fuera del primer círculo implicado en el asesinato saber quien de los dos está mintiendo mas o quien tiene mayor culpa.