Varias estampas de su vida dibujan su personalidad y su carácter político.
Una. Fernando Guzmán se ha asumido y se asume como un político católico y en la práctica ha dejado muestras de ello. Ha sido un abierto opositor a las políticas que atentan con sus formas de pensar y sus creencias, combatiendo por supuesto cualquier acción de gobierno que pudiera promover temas como la anticoncepción, el aborto o la legalización de parejas de un mismo sexo.
Pero lo que pregona públicamente Fernando Guzmán, debe reconocérsele, también lo práctica en su entorno privado: con su esposa ha procreado 11 hijos en una fiel práctica católica de “los hijos que Dios mande”.
Su obsesión por abanderar y mantener abierto el caso del homicidio del Cardenal Posadas Ocampo fue visto por algunos como un acto de oportunismo político, pero en algunos círculos del panismo y de la Iglesia Católica su actitud se tomó como el ejemplo de lo mínimo que se esperaría de un político que se dice verdaderamente católico.
Otra. Fernando Guzmán se inició en la política abanderando una posición de ultraderecha y así ha seguido. La creación de la organización Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), en la que militó y de la que llegó a ser dirigente nacional, tenía como objetivo acabar con el régimen priista y ganar el gobierno para la derecha.
Su militancia en el ala radical del PAN, se explica y se entiende como el espacio natural de militancia partidista en el que debía participar este político.
Guzmán Pérez Peláez se preparó para dar una batalla que dejara atrás la tradicional participación meramente testimonial del PAN en las elecciones. Su campaña para Diputado Federal en 1985 por el antigua Distrito 3, se convirtió en una de las primeras campañas con nociones de marketing político en Jalisco. Aunque los números oficiales le dieron el triunfo a la priista María Esther Sherman Leaño, quienes manejaban la estructura electoral de entonces aceptan que en la realidad el panista ganó la mayoría de los votos.
En esa batalla, que ya rebasó los 20 años, el próximo Secretario General de Gobierno no ha modificado la visión original de su participación política y de sus objetivos. El pragmatismo de la política y del ejercicio del poder, que hizo a muchos compañeros de su partido sucumbir en los principios por los beneficios materiales del poder, no ha hecho hasta ahora que Fernando Guzmán cambie su visión de las cosas y las metas que persigue.
El político panista se inició en la política impulsando un proyecto de ultraderecha y en esa posición se ha mantenido a pesar de los cargos públicos y que ha ocupado y del poder que ha tenido. Por eso, el que se le ubique en organizaciones del tipo de El Yunque no es más que un acto de congruencia.
Una más. Los políticos de oposición al PAN que han tenido que tratar con Fernando Guzmán, tanto cuando fue coordinador de los diputados locales del PAN o cuando ocupó por primera vez la Secretaría General de Gobierno, sostienen una visión diferente del panista de la que el común de los observadores puede tener.
Quienes han tenido una relación de trabajo político desde la oposición con Fernando Guzmán, señalan que éste es un político con el que se pueden hablar las cosas abiertamente y que es capaz de sostener los acuerdos a los que llega. Aunque reconocen que en sus posiciones de tipo ideológico y programático es terco, admiten que es un político con el que por lo menos saben a qué atenerse y con el que se puede llegar a negociaciones y acuerdos sólidos.
Dependiendo del cristal a través del cual se le quiera mirar, a Fernando Guzmán se le puede acusar de ultraderechista, neopanista, yunquista e intolerante, pero por difícilmente se le podrá acusar de incongruente.
*Publicado en el Semanario Crítica del 19 de Febrero de 2006.