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Aseguran dentro y fuera del Partido Acción Nacional que no se veía, pero se sentía. Ese era Octavio Esqueda Ávalos.

Afuera del PAN, había quienes hasta cuestionaban su existencia. Es un mito. Otros sabían que existía, que era real, gracias al cargo público que ocupaban o que no tenían. Algunos aseguraban que era “el poder tras el trono”, pero la “vox populi” dentro del “círculo rojo” lo conoció como el operador político del ex dirigente estatal Eduardo Rosales Castellanos.

Tanto así, que tras conocerse su deceso alrededor de las cinco de la tarde, a las 11 de la noche Rosales Castellanos ya estaba aquí en Guadalajara en el Semefo. Seis horas, aproximadamente, de Houston a Guadalajara, luego de que la esposa de Esqueda Ávalos le notificó de su muerte. El sábado por la noche, Eduardo Rosales reunió al grupo y los conminó a seguir como estaban, a no moverse, a continuar con todo lo que “El Gordo” Esqueda había dejado encaminado. Quería dar certidumbre al grupo.

Se asegura que ayer por la noche, luego de la sesión de la Comisión Permanente del PAN, se celebraría una nueva “encerrona” entre Eduardo Rosales y demás integrantes del grupo. Este grupo, que lidereados por Rosales y con Octavio Esqueda como operador, mantiene el control del partido desde hace dos décadas.

Propios y extraños, dentro y fuera del PAN; en el Gobierno del Estado; en el Congreso del Estado; en el mismo Poder Judicial, siempre le reconocieron su gran capacidad para mantener los equilibrios. Esa era su tarea y la supo cumplir muy bien. Era, dicen, el que repartía los espacios, precisamente para que no se rompieran los equilibrios. A quienes les he preguntado, panistas y no panistas, qué atributo le reconocerían a Esqueda, la voz unánime fue esa: supo mantener los equilibrios en el PAN y fuera del partido.

Esqueda Ávalos era el de los acuerdos, el de las negociaciones. Y quienes se sentaban con él lo hacían con la confianza de que él no quería competir con ellos, me hacen la observación. “Era el seguro de vida para los panistas y traía la memoria de compromisos pagados y no pagados”, apunta quien conoció cómo operaba.

Octavio Esqueda, cuentan quienes lo conocieron, sostuvo cercana relación con el gobierno del Estado -decían que tenía “derecho de picaporte” en Casa Jalisco- y con la Universidad de Guadalajara, entre otras instituciones y poderes fácticos.

Jugaba un papel importante en la llamada mesa del Poder Judicial -que junto con el PAN serán los que resentirán su ausencia. Y no menos el Congreso del Estado-. No en vano, un gran número de jueces y magistrados acudieron a su funeral. Y muchos de ellos buscaban desde el sábado, durante la ceremonia de velación, entrevistarse con Eduardo Rosales.

Hoy la gran pregunta es: ¿Quién ocupará el lugar de Octavio Esqueda? No se avizora nadie. Quizás Diana González, como presidenta estatal del PAN, tiene la oportunidad de tomar las riendas haciendo valer su calidad de dirigente, pero pronto dejará el cargo para ser candidata a la presidencia municipal de Guadalajara.

No hay duda que la ausencia de Esqueda Ávalos ha colocado al PAN en una posición complicada, y su ausencia -reiteramos- tendrá consecuencias en otros espacios como el Congreso y el Poder Judicial.

Al tiempo…