Qué hace el Secretario de Relaciones Exteriores en una rueda de prensa sobre el coronavirus, acompañando al secretario y subsecretario de Salud, Jorge Alcocer Varela y Hugo López Gatell, respectivamente; a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; y al secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval González, nos preguntamos muchos al ver en la mesa a Marcero Ebrard el pasado lunes.
No esperamos mucho tiempo para saber la respuesta: Llegó con la encomienda presidencial de ser él quien anunciara al país la declaratoria de Emergencia Nacional a causa del coronavirus, pues nos encontrábamos ya en la fase de ascenso rápido en los contagios, como ahí lo reveló López Castell.
Se supone que hacer una declaratoria de esta magnitud es tarea del propio Presidente de la República o en su caso del titular de Gobernación, pero López Obrador no quiso que fuera así. Ni siquiera le asignó esa tarea al responsable de Salud. Se lo encargó al Canciller.
Obviamente las reacciones no se hicieron esperar. Escuchamos voces que calificaron a Ebrard como el “Vicepresidente” de México o le auguraron que pronto se convertirá el secretario de Gobernación, hasta las que lamentaron que Sánchez Cordero, responsable de la política interior del país, haya asistido a la rueda de prensa como simple testigo muda o hasta con el mote de “florero”.
Sin duda que al designar a Ebrard como vocero para un anuncio de esa naturaleza, López Obrador no tomó en cuenta el cargo que ostentaba sino que privilegió su estatura política y la confianza que deposita en él. Consideró que si el país entraba a esa emergencia y no era él quien lo anunciaba, entonces debería ser uno de sus colaboradores de su mayor y total confianza. Y ese solo es Marcelo Ebrard Casaubón.
Un buen amigo me contó una anécdota de Eugenio Ruiz Orozco, ex alcalde de Guadalajara, cuando era secretario general de Gobierno en el gobierno de Enrique Álvarez del Castillo. Le preguntaron a Ruiz Orozco que cuál era su principal preocupación como titular de esa secretaría, y su respuesta fue contundente: “Que duerma tranquilo el Gobernador”.
Y efectivamente, esa debe ser la preocupación, no la principal ni la única, de todo responsable de la política interna del país o del estado -que no su principal función, que es diferente-, y para ello debe de contar con toda la confianza del titular del Ejecutivo. El lunes pasado, Andrés Manuel nos envió el mensaje de quién es su colaborador de todas sus confianzas.
Esto último no debe ser desconocido para nadie, pues incluso en el imaginario colectivo se pensó en Ebrard para Gobernación cuando Amlo armaba su gabinete, pero sorprendió al designarlo canciller y colocar en ese cargo a la ex ministro Sánchez Cordero. Sin embargo, ese colectivo llegó a la misma conclusión: tarde que temprano Marcelo despachará en Bucareli.
¿Será que López Obrador quiso enviar un mensaje por adelantado de una decisión que posiblemente ejecute pasada la emergencia o, bien, cuando llegue el momento de que la actual titular de Gobernación se retire de la administración pública? ¿Sería que Andrés Manuel quiso cuidar detalladamente hasta el gesto y la entonación al momento de hacerla pública? Sí, posiblemente sí.
Pero el mensaje público fue también contundente: Marcelo Ebrard es el político en el que el presidente de la República deposita toda su confianza.
Y si no, al tiempo…