Por Julio César Hernández
 
Ayer en Lagos de Moreno, su tierra natal, el gobernador Emilio González Márquez se dio cuenta de dos cosas: una, que un importante sector de la sociedad jalisciense no olvida aquella mentada que les endilgó a sus críticos en el Banquete del Hambre; dos, que no en todas partes encontrará el público “a modo” que tuvo en San Sebastianito -donde ni cuenta se dieron de la mentada- y en Mesa Colorada -donde el pan y circo distrajo a los asistentes.
 
Lo que hizo González Márquez aquel 23 de abril lo perseguirá de por vida. De eso no tenemos duda alguna. Así es que no deberá sorprendernos si en otros eventos públicos volvemos ayer una escena similar a la ocurrida en la Preparatoria Regional de Lagos de Moreno.
 
En este sentido, el diputado panista Jorge Salinas Osornio manifestó su preocupación por la pérdida de respeto a la investidura del Gobernador, pero como dicen los chiquillos, él empezó y el que se lleva se aguanta. Pero coincidimos con Salinas, es preocupante que, como ocurrió también con el entonces presidente Vicente Fox Quesada, la ciudadanía le pierda el respeto a la investidura de nuestras autoridades.
 
Ah, pero más lamentable y preocupante es que los primeros en faltarle el respeto a tan alta investidura en el país y en un estado, hayan sido, precisamente, quienes tuvieron y hoy tienen esa investidura. Eso es lo reprobable, eso es lo reprochable y eso es lo preocupante.
 
Por otro lado, el dirigente estatal del PAN, Eduardo Rosales Castellanos, tras entender manifestaciones como la de los estudiantes preparatorianos, señaló que algunas de estas expresiones sociales o este enojo social ha sido aprovechado por algunos actores políticos interesados en llevar agua a su molino.
 
Esto es obvio, como igual lo han hecho algunos panistas con el caso del dirigente del PRI, Javier Guízar Macías, al saberse que mató a balazos a un perro. De hecho, hasta algunos panistas reconocen que la movilización en contra de Guízar fue operada por algunos de sus correligionarios desde las oficinas gubernamentales.
 
Y es que esta es la guerra. Y en la guerra, como en el amor, todo se vale, dicen algunos.