Por Hugo Luna
A la madre naturaleza no le importamos, terremotos, avenidas de agua, huracanes y tormentas ocurren por que sí; no pueden evitarse.
Los daños que estos eventos producen son otra cosa, pueden ser mayores o menores dependiendo de lo que hayamos hecho para evitarlos.
Un terremoto de la misma magnitud causa una decena de muertos en Chile o cientos de miles en Haití, una lluvia torrencial inesperada en Oaxaca causa molestias o decenas de miles de damnificados.
Todo depende de la infraestructura, de su calidad y pertinencia.
Pero construir infraestructura para enfrentar a la naturaleza cuesta y cuesta mucho. Los gobiernos tienen un límite a sus gastos de forma que en ocasiones prefieren invertir en obras que se vean.
En lugar de meter el dinero a túneles que tal vez sean más importantes pero se ven menos.
Por décadas administraciones gubernamentales no sólo han desdeñado la inversión en infraestructura. Sino que han permitido asentamientos irregulares y un pésimo crecimiento urbano.
Lo han hecho para tener más votos, que es a fin de cuentas su objetivo. Mal hecho por las autoridades y por nosotros como sociedad que premiamos ese comportamiento.
Para funcionar la democracia requiere participación informada, cuando no lo hay; el resultado siempre es un desastre natural, económico y político.