Alfonso Javier Márquez

¿Qué diablos hacen Heliodoro Hernández Loza y Francisco Silva Romero en la Rotonda de los jaliscienses ilustres?. Si los muertos resucitaran, ya habría varios de cuyos restos están depositados en la rotonda que se habrían salido del recinto donde descansan desde el siglo pasado, ofendidos por que se abarató el nivel que se requiere para ser “jalisciense ilustre” o bien porque los dos nuevos huéspedes no son de fiar.
Se llamaba rotonda de los hombres ilustres cuando fue establecida. El nuevo siglo y esas equivocadas tendencias de equidad a ultranza que generalmente solo quedan en el puro nombre pero dejan el fondo intacto la convirtieron en lo que hoy es “La Rotonda de los Jaliscienses Ilustres” para abrir paso a la llegada de la primera –y única hasta hoy- mujer ilustre: Irene Robledo. Ya con la llegada del General Marcelino García Barragán había habido un debate sobre su derecho o no de estar en la rotonda por el cuestionamiento que aun persiste de su participación en la matanza de Tlatelolco en 1968. Al final el general se quedó aunque cada año con motivo del aniversario de los hechos del Distrito Federal, haya que reforzar la vigilancia en su estatua que en años anteriores recibió ataques con pintura roja que simbolizaron la sangre derramada por supuestas órdenes del militar.
Hoy, la polémica resurge con la llegada de los dos líderes sindicales más importantes del siglo pasado. La pregunta subsiste: ¿Qué hicieron para merecer tal distinción?. Para la opinión pública, ambos sindicalistas representan a la causa principal por la que este país no avanzó, a la razón por las que cargamos con el mote de “sub desarrollados” ya que los sindicatos como la CROC y CTM y sus líderes tanto a nivel nacional como local, como Hernández Loza y Silva Romero, oprimieron a los trabajadores, lo utilizaron en pro de las causas del sistema y el partido en el poder en el peor tiempo de la democracia mexicana, a través del “voto corporativo”.
Los sindicatos fueron el semillero de la corrupción en el siglo pasado. Sus líderes corruptos decidían el camino del país en contubernio con los gobernantes y generalmente esos rumbos no eran hacia el progreso sino todo lo contrario: recordemos a José López Portillo, Luís Echeverría Álvarez y Gustavo Díaz Ordaz, considerada la peor época de la vida política moderna de México y allí, en esos momentos, estos lideres que ahora descansan en la Rotonda eran actores principales.