Por Julio César Hernández
 
Era cuestión de tiempo para ver la “caída” de la directora de Cultura, María Elena Matute, luego del escandaloso caso de los aviadores en esta área del Ayuntamiento de Guadalajara. Lo sorpresivo fue la salida de otros dos funcionarios de primer nivel: Gilberto Toscano García de Quevedo, como director de Obras Públicas, y José Antonio Cabello Gil, como director de Educación.
 
Lo lamentable de estos hechos es que Petersen Farah se haya empeñado en asegurar que la salida de los dos primeros funcionarios no tuvo nada que ver con las denuncias que hiciera en su momento el regidor Salvador Caro Cabrera -en el caso de Toscano, por presuntos casos de corrupción en la obra pública-, sino porque ambos habían concluído un ciclo y sus dependencias no habían dado el resultado esperado.
 
Si bien en el caso del director de Obras Públicas lo cuestionable era el haber adjudicado irregularmente las obras de rehabilitación de la avenida Chapultepec a la empresa de Claudio Sáinz David, en lo que corresponde a la directora de Cultura la simple omisión de que una subordinada como Lucía Solano contrataba aviadores para lograr afiliaciones al PAN, era suficiente motivo para cesarla.
 
Claro, quizás esa postura caballerosa que caracteriza a Petersen Farah fue lo que le impidió reconocer públicamente que todo este escándalo de los aviadores tuvo que ver con la salida de Matute, pero era lo menos que podía suceder.
 
Para lo que no hay explicación es para la salida de Cabello Gil. Ya encontraremos las causas reales.