Por Hugo Luna

 

Los desastres naturales están llamados a ser uno de los grandes temas económicos. El que no lo crea en su momento el ex secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz habló del asunto, cuando la entidad de Quintana Roo fue aniquilada por el huracán Wilma. Basta con citar los siguientes datos duros.

 

Todas estas manifestaciones de la naturaleza los economistas las estudian a raíz de su impacto económico y social. A escala mundial obligaron a las aseguradoras a pagar primas por 200 mil millones de dólares en 2005, 30 por ciento más que en 2004 y casi 50 por ciento más que en 2003. En América Latina representan ahora 4 por ciento del PIB, comparado con 1.5 por ciento de hace apenas unos años.

En nuestro país cuando se habla de desastres el gran referente es el terremoto de 1985. Fueron miles de muertos, cimbró el sistema político, obligó a revisar las normas de construcción y costó 2 por ciento del PIB, 16 mil millones de dólares a precios de hoy.

El gran problema en Jalisco con los desastres naturales es que golpean con gran fuerza a los grupos más vulnerables. Se habla mucho de los daños que causo el torrencial aguacero de la semana pasada a los vecinos del Cerro del Cuatro, pero también algunas colonias o fraccionamientos de los municipios de El Salto y Tlajomulco. No se trata de minimizar los daños por ejemplo al túnel de avenida López Mateos, sino de no olvidar que mientras que en las colonias “bien” de la zona metropolitana la recuperación es evidente, en las comunidades más pobres no se ha podido restaurar el tejido económico social.

Entre otras cosas, porque no hay recursos suficientes para prevenir, atender y reparar los desastres. Se requiere el concurso del gobierno, la iniciativa privada y los organismos multinacionales. A futuro se necesitará más dinero que el que ahora se destina. Es un asunto financiero y también cultural.