Por Hugo Luna

Un tema tan polémico en estos días ha sido la reforma fiscal que esta por venir en los próximos días, algo así como la incorporación de Cuauhtémoc Blanco al Chicago Fire de la liga gringa de fútbol MLS por sus siglas en inglés.

Si el gobierno federal va a incrementar los impuestos para dárselo a los maestros y su poderoso sindicato a cambio de nada, pues mejor que no haya reforma fiscal. Si los diputados y los senadores van a incrementar las jugosas partidas que reciben y que reparten sin son y ton. Y que además mantienen en la oscuridad, mejor que no haya reforma.

Además si el dinero extra se va a repartir a gobernadores y presidentes municipales para obras faraónicas a precios exorbitantes o para hacer más obesa la nómina, mejor que no haya reforma. Y si los partidos van a asignarse más prerrogativas para los procesos electorales, mejor que no haya reforma.

Deberíamos tomar como referente, por ejemplo, el caso de Chile. En 2003, el entonces presidente Ricardo Lagos propuso incrementar la tasa única del IVA de 18% a 19% para financiar una mejoría en la salud y la educación. Al principio, la ciudadanía no quería que le aumentaran los impuestos. Sin embargo, el gobierno hizo toda una labor de convencimiento. Lagos se comprometió a que el incremento de un punto porcentual quedaría debidamente etiquetado para salud y educación, con partidas transparentes y metas verificables. La opinión pública comenzó a ceder y, con ello, el Congreso aprobó la propuesta presidencial.

Recordemos que el ex presidente Lagos, de sello socialista, quería cobrar más impuestos para beneficiar a los más pobres con una mejor salud y educación pública. Era una medida de justicia, correctiva de la distribución del ingreso.

La reforma fiscal es positiva siempre y cuando el gobierno sea cuidadoso y responsable con la calidad y el enfoque del gasto. Es decir no grabar con el IVA medicinas y alimentos y la reforma fiscal deberá estar sostenida principalmente en una mejor distribución de los gastos.

Porque si van a incrementar los impuestos para financiar abusos de los políticos o de grupos de interés poderosos, pues mejor que no haya reforma y nos quedamos como estamos.