El 27 de junio del 2012, a unos días de la jornada electoral para la elección de gobernador, el entonces candidato de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro Ramírez, declaró a los cuatro vientos:
“El primer fiscal para defender a los periodistas será el gobernador de Jalisco”.
Ya encarrerado y sabedor de que “prometer no empobrece”, Alfaro Ramírez se comprometió a que, de ganar la elección, la libertad de expresión quedaría garantizada el próximo sexenio, y que las agresiones en contra de los periodistas serían castigados bajo el principio de “cero tolerancia”. Incluso, dijo que buscaría crear “una cultura de respeto a la libertad de expresión”.
Luego, como si sus palabras no quedaran registradas para la posteridad, dijo: “A pesar de que yo pueda debatir con los periodistas, discutir puntos de vista y hablar siempre de frente, por más intenso que sea el momento, siempre los respetaré”.
Abundó que en su relación con los periodistas y los medios de comunicación, su objetivo era “que juntos construyamos una agenda de entendimiento para que los medios de comunicación puedan ser una herramienta importante de información, de generación de ciudadanía, y una herramienta para construir gobernabilidad en Jalisco”,
En aquella ocasión salió en defensa de los reporteros a los que llamó “de calle”, a los que dijo que había que respetarles sus derechos, pues ellos son quienes “se la juegan todo el día”.
Como en aquella ocasión fue derrotado en las urnas por Jorge Aristóteles Sandoval, todo se quedó en el discurso.
Ahora, seis años después, cuando obtuvo el triunfo electoral en 2018, simplemente se olvidó de aquellos compromisos, y como para ésta nueva elección no los recuperó ni los volvió a hacer suyos, pues simplemente no se sintió -ni se ha sentido- obligado a cumplirlos. Pero ahora como gobernador se fue al extremo, pues en los tres primeros años que van de su sexenio más que “fiscal” defensor de los periodistas se ha convertido en el “verdugo” de ellos, y ha sido el principal agresor de reporteros, periodistas y medios de comunicación, y por supuesto mandó “al diablo” aquello de la “tolerancia cero”.
Más que crear una “cultura de respeto a la libertad de expresión”, ha generado una cultura del amago, de la amenaza, del hostigamiento a esa libertad de expresión, pues de todos es sabido que desde sus oficinas se controla la información en aquellos medios de comunicación que “voluntariamente a fuerzas” son sus aliados, a los que no sólo se les llama la atención y regaña o reclama por difundir información que no es del agrado del Ejecutivo sino que, incluso, se les ordena lo que tienen qué publicar y cómo publicarlo. Bueno, hasta cuál debe de ser el encabezado.
Por otro lado, jamás en lo que va de su gobierno ha convocado a los medios de comunicación a construir “una agenda de entendimiento”; por el contrario, la única agenda que tiene para ejecutar es la de pretender controlar a los medios, reporteros y periodistas, para que sean no una “herramienta de información” como lo ofreció en 2018 sino de propaganda de sus acciones y obras de gobierno, so pretexto de la amenaza o, bien, invirtiéndoles lo que haya que invertirles para tener medios de comunicación “a modo”.
Y ya ni qué decir de los reporteros “de calle” que son los que “se la juegan todo el día”, pues él ha sido el primero y principal violador de sus derechos, como a preguntar, por ejemplo, agrediéndolos, regañándolos, ignorándolos, maltratándolos y hasta sobajándolos.
Hoy como gobernador, frente a los medios de comunicación, reporteros y periodistas, Alfaro Ramírez ha hecho todo lo contrario de lo que prometió como candidato en 2018. Todo.
Así, a tres años de estar gobernando Jalisco, de ser el “fiscal defensor de los periodistas”, en realidad se ha convertido en su “verdugo”.
Y a los hechos nos remitimos…