Por Hugo Luna

 

Nuestros elementos policíacos en la entidad se han convertido en el equipo antisecuestros más eficiente del país. En las últimas semanas, cada tres días en promedio desarticulan una banda de secuestradores.

 

Lo curioso del tema, es que en todas estas bandas desarticuladas hay policías, ex policías y ex militares involucrados. Todo indica que el proceso de aprehensión se debe más a la búsqueda en el interior de los propios cuerpos de seguridad que a la investigación profesional y científica.

 

Un ex jefe policíaco me confió que entre los gendarmes veteranos no hay muchos secretos. Aunque se desconozcan los detalles, cada uno sabe en qué anda metido el otro. En mayor o menor proporción, todo agente sabe que es imposible cruzar el pantano sin enlodarse. Pero también aprende a conocer el nivel al que cada uno está dispuesto a mancharse.

 

La habilidad de cada agente policíaco radica en conocer en qué están involucrados sus colegas y hasta dónde están dispuestos a llegar. La asombrosa rapidez con que se han ofrecido resultados permite pensar que se ha echado mano de esta práctica ortodoxa.

 

Nos queda claro que la batalla contra la delincuencia (por cierto desorganizada), se ha convertido en una pugna de policías contra ex policías, y de militares contra ex soldados. En determinado periodo causan baja de las corporaciones de seguridad pública y del mismo ejército y sabemos que muchos de ellos pasan a engrosar las filas del hampa.

 

Hoy se realizará la reunión de seguridad estatal, ahí seguro se harán pronunciamientos flamígeros contra el crimen organizado, el titular del ramo hará un balance general de su gestión, fotos, abrazos y lagrimas de unos que otros funcionarios (seguro que Emilio González, será uno de ellos).

 

Pero antes de toda esa parafernalia mediática, de canalizar más dinero y poder a los cuerpos de seguridad, vale la pena preguntarnos si el policía reclutado hoy no es el secuestrador de mañana.

 

Transparencia, sensatez, rendición de cuentas y participación ciudadana es lo único que puede ayudarnos a librar esa guerra, en la que cada vez es más difícil de saber cuáles son los policías buenos y cuáles los malos.