En un país que ha pasado por recurrentes crisis, donde conseguir un empleo no es nada sencillo, el acceso a la nómina de los gobiernos federal, estatal y municipales, se ha convertido en uno de los privilegios de la clase política.
Brincándose las leyes que supuestamente deberían impedir el nepotismo y el amiguismo en el servicio público (el que hace la ley hace la trampa), en complicidad entre políticos de todos los partidos, las nóminas gubernamentales se han convertido en parte del jugoso botín que se reparten con cinismo quienes detentan el poder, y quienes juegan a ser oposición.
Familiares, amantes, amigos y aliados políticos llevan mano a la hora de ocupar una plaza que queda vacante. Más aún, son el motivo del crecimiento desmedido e injustificado de las nóminas, cuando los espacios disponibles no alcanzan para cubrir la demanda de compromisos que requieren cobrar quincenas.
Crecer las nóminas cuando no se justifica y llevar a ellas a personas que no reúnen el perfil para en cargo que ocupan, es una de las modalidades de la corrupción.
Los efectos
Decía la vieja frase priista -ahora de todos los partidos- que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, y eso lo creen quienes tienen acceso a las nóminas gubernamentales.
Usar las nóminas como botín político tiene muchas consecuencias negativas para la sociedad, entre ellas:
- Quien ocupa un cargo sin tener el perfil adecuado, cosa que sucede en la gran mayoría de los casos donde la influencia política es la razón del nombramiento, hace más ineficiente al gobierno, en detrimento de la comunidad.
- Los que llegan a las nóminas gubernamentales por el simple hecho de ser familiares, amantes, amigos y aliados políticos de un poderoso, generalmente son los que logran también los más rápidos y mejores ascensos, en perjuicio de quienes sí tienen los méritos y del llamado servicio civil de carrera.
- La cada vez mayor demanda de espacios para los recomendados de los poderosos, hace que las nóminas crezcan, generando mayor gasto corriente improductivo y, por lo tanto, menor inversión en obras, servicios públicos y programas sociales.
- El reparto de las nóminas, como botín de ladrones, hace que las prioridades de la sociedad pasen a segundo plano para los poderosos, que arriban al poder con una visión patrimonialista, y no con un verdadero proyecto para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
- La conversión de las nóminas de los gobiernos en botín ha sido un fuerte motor para el deterioro de muchas de las instituciones públicas en Jalisco.
¿Los gobiernos no quiebran?
Era una tradición decir que los gobiernos no quiebran como las empresas, como justificación a la obsesión de muchos por incrustarse en las nóminas de la burocracia.
Sin embargo, los políticos de todo el mundo han conseguido lo impensable: que los gobiernos sí se vayan a la quiebra.
Como sucede en buena parte de los países europeos, como sucedió con entidades públicas mexicanas como Luz y Fuerza del Centro, y como ocurre con muchos municipios de Jalisco, los gobiernos que recaudan más de lo que gastan y de lo que se endeudan sí pueden ir a la quiebra, con las implicaciones desastrosas que eso implica para la comunidad.
Y las nóminas son un gasto -en muy buena parte improductivo- que crece y crece en detrimento del gasto social productivo.
Por eso es un imperativo que las nóminas de los gobiernos dejen de ser un botín para quienes arriban al poder y sus cómplices de las oposiciones.
Pero ellos no lo harán por sí mismos. Sólo lo harán con la presión de la sociedad.