Por Hugo Luna

Si Gastón Azcárraga y sus socios de Grupo Posadas andan meditando tirar la toalla de Mexicana de Aviación, realmente serían pocos los que le reprocharían por una apuesta de negocios que no funcionó.

Lo cierto es que pagaron buen billete para ganar la licitación, pero lo que siempre desconocieron fue su costo laboral en un mercado que está cambiando con tal rápidez, que hoy las líneas aéreas de bajo costo ya tienen 25 por ciento del mercado.

Aún cuando la nómina de trabajadores de tierra y pilotos ha mostrado paciencia, lo cierto es que tampoco han acabado de comprender que las condiciones laborales no son las óptimas y que la aviación se ha vuelto un negocio de bajo costo.

Para que se de una idea de los que le estoy escribiendo, se pide a los sobrecargos disminuir la presión a la nómina en 25 millones de pesos, lo que debe tener muy preocupado a Mexicana es la necesidad de invertir otros 130 millones de dólares en un negocio que, quizá, no los vale.

La desregulación aeronáutica en México y los precios de los equipos hacen que una cantidad de ese tamaño sea suficiente para abrir una línea aérea nueva con costos laborales diferenciados.

Todo este viene a relación en que Azcárraga y sus accionistas tienen que concentrarse mucho más en el corazón de su negocio, es decir, la operación hotelera, que en la apuesta de haberse hecho de una línea aérea que está perdiendo viabilidad.

Para muestra un botón, el hotel Fiesta Americana Grand Country en nuestra ciudad se abrirá hasta dentro de un año, diferentes fechas de apertura se han citado y todo obedece a la falta de una planeación y formalidad para conducir a este importante grupo que recibe en sus hoteles anualmente a casi tres millones de huéspedes que llegan a los hoteles por algún viaje o compromiso por vacaciones o negocios.

Nadie, absolutamente nadie, podría reprochar con justicia a Grupo Posadas si en algún momento del futuro arrojarán la toalla de Mexicana de Aviación, puesto que el negocio resultó ser más oneroso de lo que suponían.