Mientras cientos de padres exigen los medicamentos que no tienen y requieren con urgencia sus hijos con cáncer y en tanto el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell advierte en este reclamo una amenaza “golpista”, el presidente Andrés Manuel López Obrador monta un nuevo espectáculo en Palacio Nacional y desde las “mañaneras” nos receta el “Quién es quién en las mentiras de la semana”, destinado a exhibir a los medios de comunicación y periodistas que desde su óptica mienten o tergiversan su información, con el propósito de atacar a la 4T, al gobierno federal y al propio presidente de la República.
De todas las reacciones que generó este espectáculo -para el que López Obrador utilizó como maestra de ceremonias a la ex coordinadora del periódico La Jornada, Ana Elizabeth García Vilchis-, me quedo con las de Raymundo Rivapalacio, uno de los aludidos ayer, y Carmen Aristegui.
El primero tuiteó: (López Obrador) intenta la censura previa mediante la intimidación, pero al mismo tiempo allana el camino al linchamiento, no en las redes, que es normal, sino en las calles…”. A su vez, la periodista escribió: “Este ejercicio de decir ‘el que tiene la verdad soy yo y quien va a decir quien miente y quien no, soy yo’, me parece absolutamente fuera de lugar…”.
Ambas opiniones son indiscutibles. Al menos coincido plenamente con ellas y repruebo, por supuesto, que sea el gobernante -ya sea federal, estatal o municipal e independientemente del partido al que pertenezca-, quien pretenda convertirse en el gran juzgador de los medios de comunicación, de los periodistas y de los reporteros. Esa tarea le corresponde a la sociedad, a los ciudadanos, sin que ello signifique que el gobierno no tiene derecho a aclarar o desmentir lo publicado, a defenderse y a exigir el derecho de réplica. Pero los hombres del poder tampoco deben de hacer es colocar a los medios y periodistas que les incomodan en el paredón público para ser “fusilados” por quienes son sus simpatizantes.
En Jalisco, este ambiente lo vivimos y enfrentamos algunos medios y periodistas en los primeros años del gobierno panista de Alberto Cárdenas Jiménez, pero lo hemos padecido con mayor intensidad en los gobiernos emecistas, tanto municipales como el del estado, que han dejado sentir su poder al interior de algunos medios de comunicación que terminaron cediendo a sus pretensiones y despidieron o les dieron las “gracias” a aquellos periodistas -reporteros y columnistas-, que les eran incómodos al gobierno. O, bien, operaron desde los “sótanos del poder” para provocar crisis económicas en los medios que decantaron en el despido de un buen número de profesionales del área editorial. Y ya en el colmo del descaro, “dictan” incluso notas y titulares.
Nada tan vigente en estos tiempos como aquella sentencia lópezportillista del “no pago para que me peguen”.
Pero desde las “mañaneras”, el presidente López Obrador se ha convertido en el principal detractor de los medios de comunicación y periodistas que no le son afines, con el argumento de que tiene derecho a defenderse y a desmentir lo que él considera que debe desmentir. Pero no lo hace con argumentos sino con descalificaciones y condenas, y exhibe a medios y periodistas como enemigos de la sociedad y servidores de intereses oscuros o del conservadurismo, como le gusta decir.
Ahora, en medio de severos problemas que enfrenta el país, desde Palacio Nacional el presidente decide levantar cada miércoles otra “carpa” para ofrecer otro espectáculo más, donde coloca a los medios de comunicación y periodistas en el patíbulo, al tiempo de que genera distractores con los que busca que la atención de los mexicanos no se pose en la aguda inseguridad pública, en la falta de medicamentos para los niños con cáncer, en la falta de obras de infraestructura realmente importantes para la población y no sólo para satisfacer sus caprichos…
Pero todo indica que este nuevo espectáculo tendrá una corta vida, pues afortunadamente la sociedad tiene otras muchas cosas de qué preocuparse y problemas por resolver. Y creo que mucho ayudaremos nosotros si también le hacemos el “vacío” informativo a casos como el de ayer por la mañana, para adentrarnos y atender aquellos temas que son prioritarios para la población.