Por Hugo Luna

La pérdida de competitividad experimentada por Jalisco durante los últimos años tiene que ver con deficiencias de su desarrollo político y también con el ejercicio de gobiernos que no están generando las condiciones para ser más competitivos.
La desigualdad económica, aunada a la falta de acuerdos políticos para impulsar cambios que mejoren el nivel de vida, debilita la gobernabilidad, pone en riesgo la democracia y detiene el desarrollo de la entidad.
Definimos a la competitividad como la capacidad de un país, estado o región para atraer y retener inversiones, Jalisco registró dos mil 317.248 millones de dólares por inversión privada directa durante 2006.
Si consideramos que las inversiones son el motor económico del crecimiento, tener esa brecha en el desempeño con respecto a los mejores es tolerar crecer a un ritmo por debajo del que la entidad requiere, para satisfacer las necesidades de sus habitantes.
El Distrito Federal, Nuevo León y Baja California Norte han rebasado a Jalisco en captación de inversión extranjera directa y en competitividad. El rezago de nuestro demarcación se explica por deficiencias de conducción política y porque los gobiernos no están dando los elementos para ser más competitivos.
Los actores políticos locales deben construir acuerdos, en procesos incluyentes, tendientes a fortalecer los principios de gobernabilidad y la democracia en las regiones de Jalisco.
Es hora de ponerse a trabajar, vivimos circunstancias adversas por el resultado del avance democrático del cual han emanado gobiernos ineficientes y divorciados con las comunidades, Vasta con ver el ambiente de confrontación entre la clase gobernante y el presidente de su mismo partido político, una democracia sin agenda puede volverse irrelevante, frívola y decadente.