Por Hugo Luna
Durante los años 60, nos prometieron que para el 2000 los autos volarían y serían híbridos. Y ahora, en el 2010, nos aseguran que para el 2050 la economía mexicana será una de las primeras cinco más importantes del mundo. Tienen, pues, 40 años para superar los altos índices de pobreza, marginación, corrupción y burocratismo, los bajos niveles de competitividad, recaudación y educación para ubicarnos en ese nivel de potencia mundial que ahora nos han prometido desde el gobierno federal. Hoy México, por tamaño, es la economía número 13 del planeta, pero en los indicadores de distribución de riqueza y competitividad, el país anda por ahí del lugar 50. La promesa de ser una economía dominante es válida, pero para otras naciones de las llamadas emergentes; hoy, no pinta México. Y es que no se ve por donde; al gobierno federal ha calado hondo la creación del bloque de países pre desarrollados, conocido como el BRIC. Hay desánimo en los círculos oficiales por haber perdido brillo como nación emergente, por estar peleando por ser un país de manufacturas que ofrece como ventaja competitiva la cercanía con EU y párele usted de contar. A lo largo de las décadas, nuestro país ha sido un espectador más, al mirar cómo lo rebasan, por la derecha y por la izquierda, todos los países. España era un país tan atrasado que sus habitantes emigraban al industrioso México. Corea del Sur era un pueblo arrocero que añoraba el desarrollo estabilizador que tuvimos en los 60. China e India eran dos países casi medievales a la mitad del siglo XX. En América Latina, no había más líder que México. Pero hemos dejado de hacer las cosas bien durante los últimos 40 años y ahora somos seguidores de muchos países a los que antes enviábamos ayuda humanitaria. Ahora el BRIC, sigla de Brasil, Rusia, India y China, se escribe sin la M de México y eso duele en un país que tiene ubicación y recursos privilegiados. No es un secreto que el que más le cala al gobierno mexicano es Brasil, porque es la economía más parecida a la mexicana. Porque durante años se dio una competencia entre los indicadores brasileños y los nacionales. Hasta que un día los cariocas dijeron adiós, porque en Brasil un presidente de derecha, Fernando Henrique Cardoso, tomó medidas estructurales que le aprobó el Congreso y después respetó y continuó el presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. Ni China, India, Rusia o Brasil están exentos de tener sus propios demonios. China es una nación antidemocrática; la India tiene la amenaza de una guerra nuclear con Pakistán; Rusia ha creado la mafia empresarial más impresionante del mundo y Brasil arrastra también sus serios conflictos políticos y sociales internos. Pero todos tienen en común que, de una u otra manera, han hecho lo correcto en el camino económico. Brasil es una potencia energética porque le entendió bien a la apertura de los capitales. China es la segunda economía del planeta, porque vio en los incentivos fiscales la oportunidad de crecer. La India exportó miles de estudiantes para importar conocimiento y Rusia sabe aprovechar su condición del país con el territorio más grande del mundo. México es una estrella financiera, porque tanta crisis ha capacitado muy bien a sus técnicos y hoy se mueven de manera muy natural por los pasillos de ese sector, Porque México, hasta eso, ha aprendido las lecciones de la crisis. Pero en materia económica, México juega en la Segunda División.